Schole
ContrapuntosEdición 3
Chernóbil
Revista SCHOLÉ 11 diciembre, 2019

De esta forma, comienza un relato excepcional para una particular realización televisiva. La serie Chernobyl, producida por HBO, cuenta la historia del accidente en las cercanías de la ciudad de Prípiat sin acometer la atención con el poder de seductor de las imágenes –por el contrario, la fotografía apela a una inusual forma de realismo–, sin reducir la complejidad de las historias personales a algún drama sentimental sobre el que la tragedia se habrá de sobreimprimir. Pretende, como pocas veces sucede, promover la reflexión y el análisis de un suceso que no es un accidente tecnológico más, sino que adquiere la dimensión de un acontecimiento único en el mundo moderno. Chernóbil pone en entredicho el optimismo contemporáneo sobre los complejos desarrollos y logros tecnológicos entendiendo que portan posibles consecuencias que no podemos mensurar. En “Monólogo acerca del poder ilimitado de unos hombres sobre otros¨, Svetlana Alexiévich le da vida al pensamiento de Vasili Borísovich Nesterenko, exdirector del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Belarús:

Yo no soy del campo de las humanidades. Soy físico. Lo mío, por tanto, son los hechos, solo los hechos.

Algún día se habrá de responder por Chernóbil. Llegará un día en que será necesario responder por todo esto, como por lo sucedido en el 37. ¡Aunque sea dentro de cincuenta años! (…)

¡Qué poder! ¡Un poder ilimitado de unos hombres sobre otros! Esto ya no es un engaño, sino una guerra contra personas inocentes.

A lo largo del Prípiat vemos tiendas de campaña, familias enteras descansando. Se bañan, toman el sol. Estas personas no saben que desde hace varias semanas se están bañando y tomando el sol bajo una nube radiactiva. Estaba terminantemente prohibido hablar con ellos. Pero veo a unos niños… Me acerco y les explico. Asombro general. Me miran perplejos: “Entonces, ¿por qué la radio y la televisión no dicen nada de esto?”.

El funcionario que me acompaña… En nuestros viajes solía acompañarnos algún representante del poder local, del Comité de Distrito; este era el sistema… El tipo calla. Pero puedo adivinar por su cara qué sentimientos luchan en su fuero interno: ¿informar o no? ¡Porque, al mismo tiempo, también le da lástima la gente! Es una persona normal. Aunque yo no sé de qué lado se inclinará la balanza cuando regresemos. ¿Informará o no? Cada uno decidía por su cuenta, en un sentido o en otro. (…)

El hombre ha inventado una técnica para la que aún no está preparado. No está a su nivel. ¿Es posible darle una pistola a un niño? Nosotros somos unos niños locos. Pero esto son emociones y yo me prohíbo dejarme llevar por las emociones.

La tierra… La tierra y el agua estaban llenos de radionúclidos, decenas de ellos. Hacían falta radioecólogos. Pero en Bielorrusia no los había, los trajeron de Moscú. En un tiempo, en nuestra Academia de Ciencias trabajó la profesora Cherkásova, una científica que se había dedicado a los problemas de las pequeñas dosis, a las irradiaciones internas. Cinco años antes de Chernóbil cerraron su laboratorio; en nuestro país no puede haber ninguna catástrofe. ¿Cómo se le ocurre? Las centrales atómicas soviéticas son las más avanzadas y las mejores del mundo. ¿Qué dosis pequeñas ni qué?… ¿Alimentos radiactivos?… Redujeron la plantilla del laboratorio y jubilaron a la profesora. Se colocó en el guardarropas de alguna parte, colgando abrigos.

Y nadie ha respondido de nada.

Pasados cinco años, el cáncer de tiroides creció treinta veces entre los niños. Se ha establecido el crecimiento de las lesiones congénitas de desarrollo, de las enfermedades renales, del corazón, de la diabetes infantil…

Pasados diez años…, la duración de la vida de los bielorrusos se redujo a los cincuenta-sesenta años.

Yo creo en la historia…, en el juicio de la historia… Chernóbil no ha terminado, tan solo acaba de empezar. (2016, pp. 356-366)

Svetlana Alexiévich