Dar clase: “poner el mundo por delante, poner el mundo en el centro”

… algo inmortal realizado por manos mortales, ha pasado a ser tangiblemente presente para brillar y ser visto, para resonar y ser oído, para hablar y ser leído. La fuente inmediata de la obra de arte es la capacidad humana para pensar…
H. Arendt

Lo que importa es la obra, y la obra es de suyo misteriosa.
J. L. Borges

Lo que hace mundo, crea lazo y sostiene es la obra. Aquellas cosas, artefactos, objetos que perduran y logran presencia, ligan a las generaciones entre sí. “El mundo de cosas hecho por el hombre, el artificio erigido por el homo faber se convierte en un hogar para los hombres mortales cuya estabilidad perdurará al movimiento siempre cambiante de sus vidas” (Arendt, 2003, p. 190). Sobreviven al tiempo por su fuente, el pensamiento y por la belleza.

Es Arendt que vuelve una y otra vez en las clases de Javier, ante todo un profesor que cuando da clase hace obra; hace hablar1 al oficio de enseñar. A nadie escapa ya el encanto que producían sus clases. Pero ¿cómo?, ¿por qué?

Nos propusimos con Laura Percaz recuperar algunas escenas de las clases de Javier en ISEP por aquello que dan a pensar, de la pedagogía, la cultura, la historia, la política. Y también para ponerlas a disposición, para echarlas a rodar, y así quien quiera las encuentre y, en primer lugar, las disfrute; pero luego, imaginamos, que además puedan sumar estos fragmentos, ligarlos a las propias clases, y así hacer que recobren vida en nuevos lugares.

Hablamos de disfrutar de estas “presentaciones”2 en las que el profesor produce, crea una composición de piezas bellas en sí mismas (cuidadosamente elegidas) que no calzan del todo y, sin embargo, logran una misteriosa melodía que narra, al mismo tiempo, un acontecimiento cultural y un modo de la transmisión. Una transmisión lograda no cierra, en tanto ofrece a quien la recibe un espacio de libertad (Hassoun, 1996).

Así, en estas clases tan generosas, de enorme intensidad conceptual, de pronto se advierte que algo no encaja. Con un gesto, un guiño, un cambio en la mirada o en el tono de voz, el profesor sutilmente alerta a sus estudiantes, pide atención al desacople, ¿se divierte?, invita a pensar; también a tomar conciencia de la fragilidad, de los límites que tenemos.

Pero ¿cómo, profe? ¿Por qué?
Quiero decir… miremos este cuadro…
Podría ser una foto, una poesía, un texto; en cualquier caso, la pieza elegida con la que el profesor llama la atención –y en la que se va a demorar para hacerla brillar, ser vista, resonar en los oídos de sus estudiantes– trae al mundo, lo hace hablar.

¿Bien?
El profesor hace hablar a la pieza, ésta puede ser una gran epopeya o una palabra: “bellísima la palabra ‘hurtadillas’, y engañosa también…”3.

Entonces, profe, ¿usted qué piensa?
Con Arendt, Javier decía que “una forma de fugar el mundo es poner el yo por delante. La supremacía del yo por encima del mundo, es lo que estamos llamados a hacer en este tiempo…”. Justamente eso es lo que no va a hacer el profesor. ¿Qué importa, entonces, lo que piensa el profesor de este cuadro, de aquel poema? Lo que importa es el cuadro, el poema. Lo que importa es la obra.

El nuestro, profesores, “es un ejercicio notable de desplazamiento de la centralidad del yo para darle centralidad al mundo. Toda la cultura nos dice hoy yo, yo, yo (…). ¿cómo hacés, después, para hacer hablar al mundo; o para dejar que el mundo hable a través tuyo?”.

Entre otras, esta era una gran preocupación de Javier que compartimos y nos interesa particularmente en este presente para pensar nuestro oficio. En un tiempo tan espinoso en el que la cancelación, la agresión, la amenaza, las fake news están al alcance de la mano (en cualquier dispositivo, en un clic), o, como decíamos, “en un tiempo que le es tan adverso a la pedagogía”4: ¿cómo pararse frente a las y los estudiantes?, ¿en qué lugar? ¿Cómo darles su lugar? Darles la palabra “sin abdicar de aquello que es nuestra responsabilidad”: enseñar.

Mostrar el mundo, enseñarlo, poner una y otra palabra, imagen, poema, música, pintura para componer la complejidad, “una constelación y evitar empaparlo de nuestras propias elecciones”. Así, dar clase de verdad por la bondad y la belleza de ofrecer sin especular, sin imponer, sin manipular, sin esperar algo a cambio. A su vez, sin negar la fragilidad humana que nos atraviesa: tenemos convicciones, miedos, vergüenzas, contradicciones, posiciones tomadas frente a los acontecimientos. Sin embargo, podemos intentar y tomar distancia del propio yo y “poner el mundo por delante, poner el mundo en el centro”.

Podemos no sumarnos a la hora de los tiempos; podemos reconocer las luces, también las sombras y admitir que, a veces, nos toca  “llegar puntuales a una cita a la que solo es posible faltar” (Agamben, 2008). Esto es, “cada tanto el profesor hace silencio y escucha”. Y eso, como dice Meirieu, “no significa someterse sin más a la voluntad del niño rey”. El problema es entender la educación como fabricación, y también es un problema entenderla como sumisión al yo, del niño o del profesor.

Sin concesiones, sin demagogia, ¿cómo inspirar autoridad, respeto y lograr ese momento extraordinario en el que el milagro de la transmisión acontece? ¿Cómo hacer lugar al pensamiento? ¿Cómo hacer hablar al mundo? ¿Cómo hacer para que el mundo hable a través tuyo, profesor?

Ver video Javier Trimboli: la clase continúa:

 

Adriana Fontana

Referencias

Agamben, G. (2008). ¿Qué es ser contemporáneo?

Arendt, H. (2003). La condición humana. Barcelona: Paidós.

Arendt, H. (2017). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós.

Hassoun, J. (1996). Los contrabandistas de la memoria. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

Meirieu, P. (1998). Frankenstein educador. Barcelona: Laertes.

Notas

1. Tomamos esta expresión de Masschelein y Simons (En defensa de la escuela, Miño & Dávila, 2014), que abrevan en Arendt, para quien “la acción solo es política cuando va acompañada de palabra (lexis), en la medida en que esta última convierte en significativa la praxis. Y, en este sentido, la palabra es entendida como una suerte de acción, como una vía para conferir sentido y durabilidad al mundo y para decir nuestra responsabilidad con respecto a él” (Arendt, 2017, p. 27). Hacer hablar al mundo es poner palabra y asumir la responsabilidad por él.

2. Philippe Meirieu (que también se enmarca conceptualmente en Arendt) habla del educador como el que hace las presentaciones. Dice: “Hay cosas que curiosamente, se olvidan pronto. Para empezar, que el hombre no está presente en su propio origen. Que nadie puede darse la vida a sí mismo aunque adquiera, o crea adquirir, progresivamente, la capacidad de dirigirla por su cuenta y conservarla cuanto más tiempo mejor (…) hemos de admitir que somos introducidos en el mundo por adultos que hacen, como se dice, ‘las presentaciones’” (Meirieu, 1998, p. 21).

3. En adelante, los textos que están entre comillas y que no citan al autor corresponden siempre a extractos del video “Javier Trímboli: la clase continúa”.

4. Ver prólogo y epílogo de la colección de libros “Pedagogía y cultura”, disponible en https://isep-cba.edu.ar/web/coleccion-libros/


por Eduardo Wolovelsky

 

por Laura Percaz