Internet
Hay preguntas que rara vez nos formulamos y, cuando lo hacemos, es porque tenemos una respuesta confortable asegurada. No actuamos así por algún tipo de torpeza intelectual o por cierta particular negativa a considerar determinados problemas: simplemente, no se nos viene a la mente hacerlo de otra forma. Tal vez porque hemos naturalizado de tal modo y con tanta profundidad algunos aspectos sustanciales de nuestra cosmovisión que ciertas cuestiones nos parecen tan obvias y evidentes como la salida del sol o el brillo titilante de las estrellas en una noche despejada. En su obra La locura del solucionismo tecnológico (2016), Evgeny Morozov suele enunciar una serie de preguntas delineadas bajo este marco. De hecho, es con esta clase de interrogante que comienza su crítica a lo que llama el “falso didactismo de ‘internet’”:
¿“Internet” tiene un mensaje que impartir a la humanidad? ¿Contiene importantes lecciones que todos debemos escuchar y quizás incorporar a nuestras instituciones? ¿Nos ayuda a redescubrir verdades sobre la naturaleza humana que hemos olvidado hace años? Cada vez más personas dan una respuesta afirmativa a esas preguntas, no solo los intelectuales en la torre de marfil, sino también los soldados rasos de la guerra de internet, personas que se unen a Anonymous y votan diputados de los partidos piratas. Esta propensión a creer que “internet” es una fuente de sabiduría y asesoramiento sobre políticas es lo que transforma un conjunto de cables y enrutadores de red poco interesantes en una ideología seductora y apasionante, quizá la superideología de nuestros días.
Tal vez el ejemplo más nítido de esa ideología lo haya dado el escritor especializado en ciencia y tecnología Steven Johnson en su libro Futuro perfecto. Para él, “internet” es mucho más que una manera económica de enviar mensajes de Skype o agregar desopilantes leyendas sin gracia en fotos de gatos. Es, más bien, un modelo intelectual que muestra cómo debería organizarse la sociedad; no es “la solución al problema, sino una forma de enfrentarse al problema”. Así, escribe Johnson, “uno podría utilizar internet para mejorar de forma directa la vida de los demás, pero también puede extraer alguna enseñanza de la organización de internet, y aplicarla para mejorar la gestión municipal o el sistema educativo”. Por eso no sorprende que, en términos de su relevancia política, el autor considere que los desarrollos más importantes en la historia de internet son compatibles, por ejemplo, con la Revolución Francesa o la caída del Muro de Berlín. Por lo tanto, la creación de ARPANET y TCP/IP […] también deberían verse como hitos en la historia de la filosofía política”. […]
¿Por qué? Bueno, Johnson cree que sitios como Wikipedia y Kickstarter, una conocida plataforma de financiamiento para aspirantes a artistas y geeks, funcionan porque incorporan el espíritu descentralizador de “internet”, el mismo espíritu que habita en sus redes físicas y las regula. Y, por supuesto, en el espíritu de la victoria: todo lo que “internet” toca, de inmediato se vuelve mejor, más inteligente y más bonito. Johnson escribe: “Cada vez somos más los que, sin prisa pero sin pausa, como ha sucedido con la creación de internet, vamos llegando a la conclusión de que los principios básicos del diseño de la red pueden aplicarse a la solución de otros problemas, los problemas a los que se enfrentan los barrios, los artistas, las compañías farmacéuticas, las familias o los colegios”.
¿Qué significa esto en la práctica? […]
….podemos considerar el caso de Wikipedia, que es el modelo favorito de los solucionistas para reconstruir el mundo […]. El problema de tomar a Wikipedia como modelo es que nadie sabe cómo funciona en verdad, ni siquiera su fundador, Jimmy Wales. Es por lo menos arrogante suponer que podemos extraer de ella lecciones que cambiarán nuestra vida y aplicarlas luego en ámbitos muy distintos entre sí. Pero lo peor es que, a su vez, hay muchos mitos sobre Wikipedia; puede que así terminemos adoptando soluciones inspiradas en ella, pero que no son fiel reflejo de su espíritu. […]
La mejor explicación sobre Wikipedia es la que les gusta dar a sus propios expertos: Wikipedia funciona en la práctica, pero no en la teoría. Es una gran frase; además de ser graciosa, también muestra que no tenemos teorías adecuadas para comprender la Wikipedia. […]
Teniendo en cuenta lo poco que sabemos sobre ella, es de una peligrosa inocencia esperar que por arte de magia podamos “sacar una Wikipedia de la manga” cada vez que tengamos una papa caliente en las manos. (pp. 45-46)