Editorial

 

Y la epifanía de este canto es, a veces, sentido, y a
veces, herida de sentido. Si la orfebre engarza bien las
chispas de la hoguera, cardúmenes luminosos que saltan
siendo, volviendo a ser materia opaca, entonces el objeto
que compone, el poema, es una cicatriz que ante los ojos
de quien lee, ante la escucha, vuelve a abrirse en herida
resplandeciente, vuelve a ser de quien fue siempre: del
vulgo. Por un instante parpadea y da cuenta, da memoria
del rumor. Se refleja en el cristal de agua de quien posee
también la voz pequeña. Nuestra tarea no es ir lejos, es
ir cerca. Construir espejismos que nos ayuden a vernos
en el espejo.

Diana Bellessi

Este número de la Revista Scholé acontece en el marco de una circunstancia mayor. En estos días, conmemoramos 40 años de democracia, la que como aquel “canto es, a veces, sentido, y a veces, herida de sentido”.
Todos los artículos que integran esta edición de algún modo así lo refieren; quizás logren “construir espejismos que nos ayuden a vernos en el espejo”.

El editorial no quiere menos, ansía reflejar el eco de una pedagogía comprometida profundamente con la democracia, eco que en estos años resonó en ISEP y también en los doce números de la revista. Cerramos una etapa. Miramos, entonces, el recorrido en el que fuimos encontrando una voz pedagógica con la que entrar en las conversaciones sobre la escuela, sobre la formación docente, sobre las maneras de ejercer, de reconocernos en este oficio de enseñar.

Cual parpadeo que “da cuenta, que da memoria del rumor” democrático que anuda pedagogía y cultura, pedagogía y Scholé, repasamos aquí las notas de una melodía que se fue componiendo con diferentes voces y lenguajes.

En aquel número 0, nos preguntamos:

… ante la observación de Sócrates de que la discusión comenzada llevaría muy lejos, Teodoro responde: “¿Es que acaso no tenemos tiempo libre (scholé)?”.

Decía Jan Masschelein:

La escuela, podría decirse, es la materialización de las creencias de que los humanos no tienen un destino natural. Es la materialización del rechazo del destino natural y la confirmación del Homo educandus. Y la escuela hace esto cuando habilita scholé o tiempo libre, es decir, tiempo no productivo, a aquellos que, por su origen o posición en la sociedad, no tienen derecho a reclamarlo. Esta es la razón por la cual Bernard Stiegler define a la escuela como el “otium/scholé para el pueblo”. La escuela es literalmente un lugar de scholé, esto es, la espacialización y materialización del tiempo libre. Y es la democratización de este tiempo libre, de este tiempo de estudio, lo que hace lugar y da visibilidad a la igualdad y hace visible el rechazo a la idea de destino natural.

Eduardo Wolovelsky, director de Scholé, agregaba que la escuela:

(…) lejos de ser una ciudadela fortificada, es un universo abierto en constante movimiento. Para ello, y más allá de cualquier parapeto, la escuela y sus actores han de afrontar los interrogantes y los cuestionamientos que se les formulen. Incluso deberán cuidar y resguardar aquellas formas que aún no tienen respuesta. Tal es su particularidad, tal la singularidad con la que Scholé ha decidido comprometerse, asumiendo que uno de los grandes desafíos pedagógicos es la construcción de miradas amplias y profundas sobre nuestra cultura y sobre el particular tiempo que nos toca habitar.

Una pedagogía profundamente comprometida con la democracia se pronuncia en el tiempo de estudio. Como lo dijéramos con Javier Trímboli, a propósito del Ciclo de seminarios “Pedagogía y Cultura”:

En un tiempo bastante –si no del todo– adverso a lo que anida en las entrañas de este oficio –el diálogo, la escucha, el acompañamiento, la espera–, convocamos al estudio. Al studium, esa acción que exige atención, demora, pensamiento que pueda hacer lugar a las preguntas capaces de correr el horizonte de lo sabido.

Una pedagogía profundamente comprometida con la democracia se pronuncia en una escuela que se reconoce en la experiencia de la libertad, de la igualdad y, en este sentido, es universo abierto; el lugar en el que se materializa el rechazo a la creencia de un destino prefijado; el lugar en el que todas las preguntas encuentran espacio para formularse, para explorarse.

Decía Ruth Gotthelf en el momento de la pandemia:

(…) esta nueva publicación de Scholé retiene, residualmente, el sentimiento de fragilidad de los tiempos vividos. Henos aquí con un número apretado y austero que renuncia a toda pretensión de cierre. El año transcurrido todavía echa sombras sobre sus propias posibilidades de ser narrado, más aún de ser definido. Esta precaución se cierne también para asir lo escurridizo de la experiencia escolar vivida.

A pesar de ello, dos artículos insisten obstinadamente sobre la cuestión de la escuela y la igualdad, refrendando que, en lo que a nosotros nos concierne, es este un asunto de ineludible responsabilidad pedagógica. Este año, la tensión que históricamente recorre el debate cobró nuevas figuras en la medida en que despuntaban escenas heterogéneas e inéditas de una experiencia escolar que busca –con avidez– persistir.

Una pedagogía profundamente comprometida con la democracia busca con avidez persistir en cualquier circunstancia defendiendo la experiencia escolar, busca con avidez persistir en el estudio y, en tiempos de internet, pensar y aprender juntos sobre educación. Busca, como lo expresa el nombre de cada sección de esta revista, abrirse a distintas “Miradas”, encontrar la voz de otros “Narradores”, adentrarse en un “Espacio conceptual”, compartir “Experiencias pedagógicas”, sostener “Conversaciones” y “Contrapuntos”.

Una pedagogía profundamente comprometida con la democracia quiere ampliar los horizontes del diálogo, quiere, como insiste el ministro Walter Grahovac, “ensanchar las perspectivas, habitar la pluralidad, porque solo donde hay pluralidad –como nos enseñara Arendt– hay política”.

Quizás se pueda partir de la idea de Bellessi y pensar que una pedagogía y una escuela profundamente comprometidas con la democracia, puedan “como el objeto que compone, el poema” ser “una cicatriz que ante los ojos de quien lee, ante la escucha, vuelve a abrirse en herida resplandeciente, vuelve a ser de quien fue siempre: del vulgo”.

A lo largo de estos años, en ISEP, y a través de la Revista Scholé, ejercitamos la democracia al convocar diferentes voces y lenguajes, al poner sobre la mesa de la formación docente asuntos culturales que nos conciernen y al convocar al diálogo, al studium, a colegas independientemente de su contexto de residencia. Nos apropiamos de una novedosa modalidad (combinada) que pusimos al servicio de nuestros intereses escolares con la convicción de que solo en el marco de una pedagogía comprometida profundamente con la democracia se gana ese tipo de autoridad que puede autorizarnos a estar frente a un grupo de niñas, niños y jóvenes que esperan que cada día demos inicio a la clase.

Adriana Fontana, Laura Percaz y María Paulina Morello

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