Schole
Espacio conceptualEdición 7 - 8
Estado de gracia de un reino ondulado
Iván Lomsacov 9 agosto, 2021

La revista Hortensia cumple 50 años…

Hortensia –la célebre revista que llegó a los kioscos el 31 de agosto de 1971, hace 50 años– fue una gesta humorística cordobesa que proyectó una construcción del ser cordobés a toda Argentina, otorgando al natural de estas tierras chapa definitiva de “gracioso”.

La revista fue fundada y dirigida por un dibujante y periodista de 38 años que ya tenía una valorada trayectoria: Alberto Pío Cognini. La idea de “El Gringo” había sido la de una publicación que condensara en su papel ese estado de “gracia” que –aparentemente, desde tiempos coloniales– vestía, adornaba, aromatizaba y sonorizaba esta Nueva Andalucía, siempre renuente a ser una ciudad puramente “Docta”. Una enorme bola de gracia que atravesaba el pozo céntrico de Córdoba capital, rodando desde los barrios aledaños y periféricos, con la que Cognini se había topado al llegar desde su Bell Ville natal. Una bola por la que ese gigante de tamaño y talento se había dejado arrastrar, integrándose a ella con su picardía tana y pueblerina.

Se puede consultar la colección completa de la Revista Hortensia en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas: https://ahira.com.ar/revistas/hortensia/

Para lograr la misión de la revista, sus primigenios hacedores ejercían una especie de antropología participante mediante la cual bebían de las fuentes de la hilaridad cordobesa. Había que vivir la ciudad, poner la oreja y tirar la lengua para recolectar esas situaciones, diálogos y apodos que ya vivían en la cotidianeidad pública de la ciudad.

imagen tapa hortensia

Y para eso, “El irresponsable” –como Cognini se aludía en la firma de la nota editorial de cada número– aglutinó a un variopinto grupo que incluía colegas de redacciones periodísticas y amigos de asado muy afectos a decir o contar chistes con humoristas gráficos que ya empezaban a “hacer roncha” en publicaciones nacionales y futuros maestros del plumín y el chascarrillo.

Claro que, a las habituales recorridas de esos proactivos bohemios por peñas, boliches, canchas y mercados en busca del repentismo espontáneo popular, les seguían zambullidas de cabeza en los tableros de dibujo y máquinas de escribir para procesar esa materia prima jocosa hasta presentarla en un envase apto para el consumo masivo sin dañar su esencia.

Esa elaborada forma de plasmar la identidad cordobesa, hecha con plumas comechingonas y tinta de pulpos andaluces, tomaba cuerpo en un armonioso caos que fue conformando un estilo de diseño sui generis, tal vez resultante del cruce de la intuición y el oficio de sus diagramadores con herencias de revistas antiguas y la impronta impetuosa de boletines gremiales contemporáneos.

Y mientras el habitante de por acá nomás se sentía reflejado, “cachado” y guiñado por ese equilibrado firmamento de viñetas, historietas, apostillas y relatos escritos en diferentes tipografías, al resto de los argentinos ese contenido, incluyendo las publicidades dibujadas, se le aparecía como atractivo álbum de postales de un universo fantástico pero real que intentarían visitar en sus vacaciones, como un exótico reino ondulado poblado por chichisones que estaban pulenta y guasos que si no eran picantes eran carteludos, y que, mientras cabalgaban en motos Puma, utilizaban su afilado dialecto plagado de caraés y nosivuás para expresar el costado risible de cualquier problemononón sin perder la dinidá.

personajes Hortensia

Es que, de los 2500 ejemplares que el primer número de Hortensia había vendido en Córdoba, la revista había pasado bastante velozmente a distribuir por todo el país una media de 60 mil ejemplares quincenales, con un pico de 105 mil.

Algunos dicen que, al principio, Cognigni no se había propuesto ese alcance nacional, que le alcanzaba con que su revista conquistara al público cordobés. Otros aseguran que llevar la idiosincrasia local en clave de humor a todas partes sí era parte de su sueño inicial. Como sea, esa revista parida en provincia, en el medio del “interior”, había seducido al país sin ceder ni un tranco de su particularidad, manteniéndose franca, directa, desfachatada, y a veces un poco “fayuta”, como ella misma se presentaba en el editorial del número 1.

carta al que lee revista hortensia

Como entre los lectores siempre hay creadores, Hortensia no solo fue cuna y escuela de humoristas locales, sino que también fue meca para los aspirantes a profesionales del chiste dibujado de todo el país, para quienes Hortensia significaba una línea de llegada y un ejemplo a imitar. Y la redacción de esta revista, con el diagramador y dibujante Roberto Di Palma a cargo de recibir y orientar todas esas ansias de publicación, fue muy permeable a las propuestas.

Entonces, numerosos representantes de esa sangre nueva del humor gráfico nacional –autores cuyanos, litoraleños, del noroeste y otras porciones del país– lograron la publicación soñada junto a sus pares cordobeses. Así, de la pura “cordobesidad” que había seducido multitudes, la revista se fue transformando, también, en una vidriera del humor federal. Algo que poco habían brindado las revistas humorísticas gestadas en Buenos Aires, mayormente autorreferenciales y más permeables a modas intelectuales internacionales que a las idiosincrasias regionales.

La onda expansiva de Hortensia animó en esa época a emprendimientos editoriales similares en la misma Córdoba, como la María Bizca, impulsada por Julio Olivera, y en otras regiones, como las rosarinas Risario y La cebra a lunares. Y generó revistas herederas, posteriores a su desaparición, como Hola Tío, La Cañada y Jaspirina, que, jaqueadas por los imperativos de los años noventa, no pudieron alcanzar un éxito similar.

Más tarde, esa misma herencia reencarnó en forma de programas de TV y obras de teatro que volvieron a proponer al país humor con tonada patinosa y aliento a peperina. Y sobrevivió en los ecos interminables de cuentistas que repiten con éxito innumerables chanzas, dialoguitos y apodos como si nunca hubieran estado impresos en las páginas de Hortensia.

*El autor elaboró este texto a partir de dos notas propias publicadas en La Voz del Interior en 2001 y 2008.

Lic. en Comunicación Social (UNC).
Doctorando en Comunicación Social (UNC).
Docente e investigador de la Lic. en Comunicación Social (FCC-UNC).
Integrante del equipo de investigación “Estudios y Crítica de la Historieta Argentina”. Colaborador y co-editor en libros de la colección editada por ese equipo. Artículos sobre historieta y humor gráfico publicados en revistas académicas como Nostromo (México), José Hernández Journal (España) y Caracol (Brasil).
Colaborador periodístico sobre temas de historieta y humor gráfico en el diario “La Voz del Interior”.