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Espacio conceptualEdición 7 - 8
Hortensia y la cultura en Córdoba después del Cordobazo
Diego García 9 agosto, 2021
Para empezar por algún lado, empecemos por el título. Más allá de compartir tiempo y espacio –los años del pasaje de la década de los sesenta a la de los setenta y la ciudad de Córdoba–, ¿hay alguna relación efectiva entre el Cordobazo y la revista Hortensia? La pregunta nos recuerda que las unidades temporales que habitualmente usamos –época, período o etapa– presentan como solución lo que en realidad es un problema o, a lo sumo, una hipótesis. ¿Cuál es la unidad que define un período?, ¿cuál es su alcance?, ¿qué incluye y qué no? ¿Qué tipo de vínculo mantienen, o no, las experiencias que son contemporáneas? Y lo mismo podríamos decir de la unidad espacial: ¿qué relaciones sostienen dos fenómenos contiguos?

En suma, el problema es el de los cambios y las continuidades en la historia y el de la unidad o discontinuidad social; para decirlo con otras palabras, el problema es el modo en el que se delimita o define el presente y la actualidad.


Se puede consultar la colección completa de la Revista Hortensia en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas: https://ahira.com.ar/revistas/hortensia/


Hortensia imagen uno

Volvamos a la pregunta: ¿existe alguna relación entre Hortensia y el Cordobazo? Si abrimos el primer número de la revista, de agosto de 1971, la respuesta parece indudable. Podemos encontrar en sus páginas varias referencias directas al Cordobazo: una irónica columna a favor de que se mantenga a Agustín Tosco detenido (“Porque no hay que dejarlo en libertad a Tosco…”); el chiste “El primer piso del edificio de Xerox es uno de los más difícil de alquilar”, que está en una sección titulada “Humor Negro en Córdoba”; también, la siguiente viñeta de Crist:

Crist

Esta primera comprobación, sin embargo, señala que el Cordobazo aparece en Hortensia como tema para desplegar su humor: una referencia de actualidad –la cercanía temporal de la que hablábamos más arriba–, entre otras posibles, que los lectores podían reconocer de inmediato. Idéntica función podían cumplir varias noticias deportivas, sociales o políticas.

¿Es posible pensar otro tipo de vínculo entre la revista y el Cordobazo, una conexión que vaya más allá del Cordobazo como motivo o asunto de las variadas formas del humor que la revista propone? En este punto, conviene recuperar un breve ensayo de Antonio Marimón (1989) quien, al constatar que los ritmos y tiempos de la cultura son más lentos o, al menos otros, que los de la política y la sociedad, se preguntaba: “¿Había en la ciudad mediterránea una cultura y un arte que se articularan, no como un reflejo pero sí como una intensidad homóloga, a la extrema inquietud social de los años 60 y comienzos de los 70?” (p. 4).

Lo que seguía de “La cultura de lo imposible”, tal el título de aquel ensayo, no era el intento de responder una pregunta tan ambiciosa, sino el señalamiento de ciertos fenómenos culturales y artísticos de esos años que permitían una primera aproximación positiva a la cuestión. Aquí recuperamos parte de su respuesta pero, en especial, el espacio de cuestiones y problemas abiertos por la pregunta y así volver a Hortensia y el Cordobazo. Para eso, daremos un breve rodeo.

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A mediados de 1970, la Corriente de Izquierda Universitaria-29 de Mayo, una de las agrupaciones estudiantiles surgidas en el clima de entusiasmo y movilización que generó el Cordobazo, organizó un encuentro nacional de estudiantes de filosofía e intelectuales en Córdoba que contó con el apoyo de la Federación Universitaria Argentina.

La convocatoria fue un éxito, en gran medida porque el Cordobazo había abierto la posibilidad palpable de un futuro distinto. “Venir a Córdoba –recuerda Carlos Altamirano (2011), uno de los participantes de aquel encuentro– era asistir a la epifanía de un tiempo nuevo, lleno de promesas, irreversible” (p. 143).

Los diarios de Emilio Renzi

La dinámica asamblearia que asume el encuentro pone en escena las difíciles relaciones entre práctica intelectual y revolución. Dividido en varias comisiones por disciplina –historia, sociología, filosofía–, las tensiones se hacen especialmente ríspidas en la de literatura, donde se discute el tema “Revolución/Literatura”. La memoria de los participantes –entre ellos, Ricardo Piglia, David Viñas, Oscar del Barco y Héctor Schmucler– recobra parte del clima de esos días. El segundo volumen de Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia –Los años felices– recuerda la preparación del viaje a Córdoba y las discusiones que se extendieron durante el fin de semana del encuentro. También toma nota, como lo hace Altamirano, de la presencia de estudiantes y obreros radicalizados animando los debates, conversando, compartiendo el mismo espacio. Las discusiones en la comisión se ordenaron en torno a tres posiciones a partir de las intervenciones de Viñas, del Barco y Piglia. La perspectiva del primero defendía la figura del compromiso, tanto del escritor como de su producción: la literatura era entendida como acción moral que debía mostrar (y así denunciar) “las impudicias del mundo, las humillaciones, las imposturas” (Altamirano, 2011). Por su parte, tanto del Barco como Piglia sostenían la vinculación entre literatura y vanguardia, pero desde dos ideas diferentes de vanguardia. La de del Barco buscaba preservar la potencia del lenguaje literario y su irreductibilidad respecto de la moral y de la denuncia política; su puesta en escena incluyó versos de T. S. Elliot y citas a Georges Bataille. Piglia, por su parte, buscaba alentar modos de circulación literaria que desbordaran la forma impuesta por el libro y la ficción (ya domesticados por el mercado) y así incomodar al poder desde lugares impredecibles y formas no transitadas. Todos parecen coincidir en que nadie estaba dispuesto a ceder un paso y, de ese modo, se fueron del encuentro con las mismas ideas con las que habían llegado. Pero este es el recuerdo de las figuras que intervinieron… ¿fue semejante la repercusión entre quienes escuchaban?

Como sea, el episodio interesa aquí por la diversidad de posiciones que la relación entre literatura y política podía asumir aun en una situación dominada por la radicalización de la cultura de izquierda que el Cordobazo había ayudado a promover. Posiciones, vale la pena subrayar, donde en el par Literatura/Revolución el segundo término parece ser una fuerza que alimenta opciones y valores estético-literarios más que una amenaza para la práctica de la literatura. La crónica del encuentro que publica la revista Jerónimo se encarga de ampliar, con algo de humor, los sentidos del término “revolucionario”, omnipresente en esos días: “En otro orden de cosas, J. C. Portantiero se consagró en los labios de una morocha con actitudes revolucionarias a nivel de faldas […]. Todo el mundo se retiró en orden” (Jerónimo, 1970).

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Jerónimo fue una revista periodística –“de noticias”, como le gustaba decir a su director Miguel Ángel Picatto– que comenzó a salir en 1968 con una frecuencia quincenal que no siempre logró cumplir. Tomó como modelo el estilo periodístico que a mediados de los sesenta había impuesto Primera Plana y, luego, consolidaron otros semanarios como Confirmado o Panorama. Es decir, una publicación que imaginaba un lector moderno, inquieto, actualizado. La renovación del estilo y del lenguaje se percibe tanto en las secciones dedicadas a política o economía como en las crónicas deportivas, la elección y las reseñas de libros, discos, películas u obras de teatro, en los reportajes, en los informes sobre los cambios en las costumbres cotidianas o en los comentarios de la vida social. Esta perspectiva singular ofreció un registro muy particular –donde no faltaba el desparpajo ni el humor, como se puede percibir en la crónica arriba citada– del movimiento social. La publicación se convirtió, entonces, en portavoz de los conflictos, debates y cambios que marcaron a Córdoba y al país en aquellos años. El Cordobazo, claro, ocupó un lugar central en sus páginas.

tapas de la revista Jerónimo

Entre las secciones de la revista, nos gustaría destacar dos. En primer lugar, la columna de opinión que escribía regularmente Francisco Delich (había otra a cargo de José Orestes Gaido). En esa columna, Delich propuso –aprovechando el seguimiento pormenorizado que, en la sección política, se hacía de la crisis del gobierno provincial y del creciente malestar y la movilización popular– una primera interpretación tanto de los sucesos que desembocaron en el Cordobazo como de sus efectos. Esa lectura, hecha al borde del acontecimiento, tomaba, sin embargo, distancia haciendo uso de las herramientas que le ofrecía la “sociología científica”. Buscaba diferenciarse de las conjeturas de la prensa diaria y de las explicaciones políticas que dominaban la opinión pública. El Cordobazo fue presentado allí como un epifenómeno que expresaba transformaciones profundas, estructurales, en ocasiones invisibles para sus contemporáneos, que Córdoba había vivido desde los cincuenta impulsada por la industria, la inmigración y la expansión de la ciudad.

La segunda sección es la dedicada enteramente al humor titulada “The Jeronimo Times”. Imitando la tipografía del The New York Times, ironizaba simultáneamente sobre las pretensiones de la revista y la ciudad. Esa sección era una idea de Alberto Cognini. Como Picatto, estaba ligado profesionalmente a la prensa liberal de Córdoba, en especial a La Voz del Interior, donde se habían conocido. Cognini usó esas páginas como un laboratorio para llevar adelante ensayos y experimentos que tiempo después desembocarían en su propio invento: la revista Hortensia.

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Ahora que regresamos a Hortensia podemos, a su vez, retomar las preguntas que quedaron pendientes. ¿Existe una conexión que vaya más allá del Cordobazo como noticia o tema para el humor que la revista propone? Al igual que Jerónimo, era un tema que la revista miraba con simpatía y desde una posición contraria al gobierno militar; los chistes se encargan de dejarlo en claro. A diferencia de Jerónimo, la suerte de Hortensia fue más afortunada a pesar de lo que anunciaba en la “Carta al que lee” del primer número (una suerte de editorial):

[Hortensia] es una revista con propósitos altamente indefinidos. Una publicación con vocación de “fayuta”, capaz de durar un solo número, no merece la confianza de nadie –ni siquiera la nuestra– pero hay algo que nos consuela: NINGUNA REVISTA SOBREVIVIÓ DEMASIADO TIEMPO EN CÓRDOBA. (1971, p. 1).

Tanto más afortunada: se convirtió en un fenómeno nacional, con tiradas enormes –alcanzando los cien mil ejemplares en algunas ocasiones– y publicó su número 245 a fines de 1989. Volviendo a su primer número, que agotó rápidamente los 2500 ejemplares impresos (asegurando, de esta forma, la continuidad de la revista): ¿qué humor era el que ofrecía en sus páginas? ¿Cuáles habían sido los resultados de los experimentos que Cognini había logrado en aquel laboratorio que cobijó Jerónimo? Quienes participaron en la revista como quienes analizaron las variadas formas de humor allí presentes coinciden en identificar en Hortensia una serie de recursos (la parodia, la hipérbole, la ironía, el grotesco, entre otros) que dan forma a las burlas, chistes, caricaturas, viñetas y demás. Pero destacan especialmente que la revista se sostiene en la capacidad de transmitir la improvisación, la rapidez para aprovechar cualquier situación para el ridículo, el chispazo, el absurdo o el disparate. Ese sentido de la oportunidad se conjuga o, mejor, se define con el carácter oral con el que se identifica la revista. La oralidad aumenta las posibilidades de cortocircuitos entre significante y significado que provocan la risa automática siempre y cuando, claro, el lector participe de las suposiciones tácitas que allí están en juego. Y ese guiño compartido con sus lectores parece haber funcionado a la perfección en Hortensia.

¿De dónde salía este humor? ¿Cuál era su origen? Miguel Ruiz Moreno, uno de los que acompañaba a Cognini, solía decir que hay algunos que establecen el origen del humor cordobés como la resultante de la gracia de los andaluces y la picardía de los comechingones. Algo difícil de probar, agregaba, ya que “si es posible encontrar algún andaluz saleroso, es medio difícil encontrar un comechingón, y peor aún que sea pícaro” (Ruiz Moreno, 1989, p. 28). Más que un origen, parece tener un comienzo: la convivencia, no necesariamente pacífica, de elementos dispares que el crecimiento desordenado de la ciudad de Córdoba produjo desde la década del cincuenta. El encuentro entre inmigrantes del interior de la provincia, obreros industriales de barrios recientes y periféricos con los cordobeses de los barrios tradicionales y estudiantiles (San Vicente, Alberdi, Observatorio, etc.) van configurando la base social que, no siempre cómoda con esos cambios acelerados, observa críticamente ese proceso. Una perspectiva que no se identificaba con una tradición local que sentían ajena, pero que tampoco terminaban de confundirse con la modernización que parecía amenazar en ocasiones con dejarlos al margen.

Tapas revista Hortensia

En esa configuración social de reciente e inestable composición –y en la potencia crítica derivada de esa incomodidad– podemos encontrar un vínculo menos superficial entre Hortensia y el Cordobazo. Como el Cordobazo, el humor de Hortensia no fue la expresión de realidades preexistentes y definidas, sino que las modeló y las transformó; especialmente a aquella realidad que conformaba la creciente comunidad de sus lectores y sus experiencias.

Reconocimientos

En el texto utilicé testimonios, citas e ideas de Antonio Marimón, Alberto Cognini, Carlos Altamirano, Miguel Ángel Piccato, Ricardo Piglia, Antonio Oviedo, Carolina Scotto, Miguel Ruiz Moreno, Miguel Bravo Tedín, Ana Beatriz Flores y Francisco Delich, además de notas y chistes de las revistas Jerónimo y Hortensia.

Referencias

Marimón, A. (1989). La cultura de lo imposible. Plural, (13).

Altamirano, C. (2011). Peronismo y cultura de izquierda. Buenos Aires: Siglo XXI.

Jerónimo (1970, octubre). Debate en la izquierda. Jerónimo, (30).

Ruiz Moreno, M. (1989). Los enanitos fellinistas. Plural, (13).

Hortensia (1971, agosto). Carta al que lee. Hortensia, (1).

Prof. de Historia (UNC)
Docente Titular (FFyH - UNC)
Autor del seminario: “El Cordobazo: ciudad, acontecimiento y fiesta”, del Ciclo Pedagogía y Cultura – ISEP.