La verdad como problema
Probablemente, ya hayan advertido que no
somos amigos de las definiciones sumarias,
también lapidarias, esas que tienen dos puntos
y que se cierran rápido sobre sí mismas. Es así,
y también un poco más, porque no entendemos
una clase como una sumatoria más o menos
disimulada de conclusiones que conjuran toda
oscilación.
Javier Trímboli
En este número de Scholé nos propusimos pensar acerca de la verdad. Estaba claro desde el comienzo que hablar de ella supone tratar con un problema y no con certezas. El pensamiento y la conversación sobre este asunto nos obligan a movernos en un terreno resbaladizo, inestable. Puede que el recorrido resulte incómodo, que nuestro andar sea vacilante, y que nos topemos con barreras y desvíos que nos exijan y nos demoren. Sin embargo, ¿cómo no volver sobre este atemporal desafío en un tiempo como el nuestro en donde la verdad parece completamente estallada?
Algunas veces, la verdad es algo que se nos escapa o se nos niega, y por eso la perseguimos. Otras, algo que nos incomoda y de antemano rechazamos. ¿Qué vínculo tenemos con la verdad? ¿Cómo y dónde la buscamos? ¿Qué valor adquiere hoy? Frente a este problema, como ante cualquier otra pregunta, duda o desafío, podríamos recurrir al insondable espacio digital al que van a parar buena parte de nuestras inquietudes, de nuestras búsquedas. Dos cosas nos interesa señalar sobre la extensión de esta práctica y su vínculo con el problema de la verdad.
Por un lado, si buscamos en la web algunas ideas a propósito de la verdad, encontraremos que, en primer lugar, lo que se nos ofrece es una definición. Es decir, una entrada sumaria y cerrada sobre el tema (algo como “llamamos verdad a la coincidencia o concordancia entre lo que se dice y lo que es, entre una afirmación y los hechos a los que esta se refiere”). Por el contrario, en este número elegimos detenernos a pensar el problema a partir de una serie de derivas –vinculadas al conocimiento del mundo y su transmisión– y de algunos casos puntuales que nos permiten rodear el tema.
Por otra parte, advertimos con Byung-Chul Han (2022) que la digitalización del mundo supone nuevos problemas para el establecimiento de lo verdadero y su separación de lo falso. El filósofo postula que estamos frente a un nuevo nihilismo que socava la distinción entre mentira y verdad:
La mentira solo es posible cuando la distinción entre la verdad y la mentira permanece intacta. El mentiroso no pierde su conexión con la verdad. Su fe en la realidad no se tambalea. (…) Las noticias falsas no son mentiras. Atacan a la propia facticidad. Desfactifican la realidad. (Byung-Chul Han, 2022, p. 74)
Desde Scholé, nos preguntamos acerca de la posibilidad de que lo falso pueda establecerse como verdadero; también sobre el lugar del pensamiento y la racionalidad en nuestro modo de concebir la verdad. ¿Hemos perdido el impulso a la verdad? A propósito del vínculo entre verdad y ficción, reflexionamos acerca de cómo el cine puede acercarnos a comprender lo real y su construcción. Pensamos, además, sobre la importancia de sostener la conversación con nuestros estudiantes en el aula. ¿Qué lugar tiene la verdad en nuestras clases? ¿Qué responsabilidad nos cabe frente a ella como docentes?
Presentamos, entonces, esta edición en la que nos embarcamos a pensar con colegas la verdad como problema, y lo hicimos a la manera a la que nos invitaba nuestro querido maestro y compañero Javier Trímboli, quien como miembro del comité editorial participó en la gesta de este número, del mismo modo en que colaboró desde el comienzo para que pudiéramos hacer Scholé, tiempo libre, tiempo de estudio. Así, reafirmamos su apuesta y nos sostenemos en la conversación con sus ideas y sus maneras.
Referencias
Han, B.-C. (2022). Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia. Barcelona: Taurus.