Miradas Edición 14 | 3 junio, 2024

La Historia de una Nación

A partir de la biografía de Mitre, Victorero expone sus principales debates y posicionamientos políticos, así como la manera en que su obra escrita fue fundamental para que las figuras de Belgrano y San Martín se erigieran en bastiones de los grandes hombres de la Nación.

Reverberación

Los ecos de la era liberal en la Argentina suelen gravitar en nuestros imaginarios con un cierto toque nostálgico por lo que parece haber sido una juventud dorada. Y es que la experiencia de esos años, en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, han marcado de modo indeleble nuestro pasado. Aquel motor de la economía que fue la pampa húmeda logró integrar, no sin fuertes tensiones, a miles de ciudadanos y extranjeros que arribaban a las costas del Río de la Plata escapando de las duras condiciones del viejo continente. Salarios altos, buena alimentación, educación pública y el potencial de la producción agropecuaria fueron algunos de los estímulos que la Argentina parecía ofrecer a la ilusionada figuración de los inmigrantes europeos.

Desde mediados del siglo XIX hasta la Gran Guerra, el PBI creció a un ritmo sostenido. A nivel mundial, la expansión de la economía argentina fue considerada extraordinaria. En gran medida, esta gloria temprana fue el resultado de la inserción del país en la primera globalización porque le permitió colocar, gracias a las condiciones naturales de sus campos y a la organización capitalista de su agro –que había incorporado tecnología y eficiencia organizativa a su matriz productiva–, aquellos bienes primarios que se producían. El desarrollo del buque a vapor y el aumento de la población mundial le otorgaron un lugar privilegiado a la carne y al trigo como productos de mercado, a lo que se le debe sumar el crecimiento impulsado por la inversión extranjera. Los ferrocarriles se extendieron radialmente a lo largo y ancho del territorio logrando integrar regiones distantes del país. El telégrafo acompañó el recorrido de las vías facilitando aún más las comunicaciones. Los esfuerzos de la dirigencia política se centraron en el diseño institucional del país, la construcción del Estado y la pacificación interna.1. Ese proceso estuvo atravesado por azares y contingencias, pero fue, en gran medida, el resultado de las mentes de una generación que había diseñado desde sus plumas una nación para el desierto argentino2. La referencia al libro de Tulio Halperin Donghi nos permite pensar, aunque con ciertos matices, cómo la élite política había logrado subsumir ciertos conflictos con una serie de importantes consensos en torno al futuro del país.

Esteban Echeverría, Domingo Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y Bartolomé Mitre han sido en gran medida los mentores de esa Argentina liberal. De todos ellos, Alberdi ha ocupado un lugar importante en la escena pública porque su figura no parece plantear contradicciones que sean difíciles de resolver o aceptar. Por su parte, Sarmiento, aunque ha generado profundas polémicas, es recuperado por una sociedad que lo pondera porque coloca a la educación pública en el centro de la escena. Pero hay un cierto olvido actual sobre la figura de Bartolomé Mitre, quien a lo largo de sus 86 años fue protagonista y testigo de las grandes transformaciones de la sociedad argentina. Es cierto, su imagen fue un campo de batalla en la década del treinta, cuando el primer revisionismo reivindicaba a Juan Manuel de Rosas y, más adelante, cuando la nueva generación de revisionistas lo fijó como su enemigo. Incluso Ortega Peña organizó un juicio público a Mitre en sus clases de Argentina II en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en pleno boom de la “Tendencia Peronista”3.

 

 

Derroteros de una existencia

La vida de Bartolomé Mitre fue extremadamente interesante. Arribó muy joven a las costas de Buenos Aires luego de un periplo que tuvo su origen en Montevideo y lo llevó a Bolivia y Chile. En esta etapa forjó su carrera militar en la artillería, alternando su quehacer con facetas de publicista y lector. En el mundo posrosista, construyó su liderazgo bajo una ciudad que se rindió a sus pies y lo acompañó en sus batallas. Desde la gobernación, combatió en Pavón derrotando a Urquiza y llevando la provincia a la nación.

Luego de vencer, fue el primer presidente constitucional de la Argentina, electo en 1862. Su gestión estuvo atravesada por una serie de dilemas vinculados a la construcción del Estado. La pacificación interna lo llevó tanto a la negociación como al ejercicio del poder con los sectores del federalismo que se oponían al control desde Buenos Aires. El episodio más famoso fue el asesinato de Ángel Vicente Peñaloza, en uno de los intentos del partido de la libertad de extender su dominio sobre todo el país. En el frente externo, la Guerra de la Triple Alianza terminó por agotar a su gobierno.

Al dejar el poder, Mitre se refugió en su actividad como publicista y legislador. En 1868, los vecinos de la ciudad de Buenos Aires le regalaron una casa adquirida a través de una suscripción popular. Desde el Senado fue un ferviente opositor a su examigo Domingo Faustino Sarmiento. En la epidemia de fiebre amarilla cumplió un rol destacado en la organización de las defensas de la ciudad. El 4 de enero de 1870 salió publicado el primer número de La Nación, una empresa periodística que le valió una importante cuota de poder, a la vez que fue la principal fuente de sustento para su familia.

En 1874 nuevamente fue candidato a la presidencia. Denunciando fraude, junto a sus seguidores encabezó un levantamiento armado para impugnar el resultado electoral. La revolución mitrista fue derrotada y su líder despojado de sus grados militares. Su carrera política quedó dañada. Tiempo después, intentó remediar la situación negociando un gobierno de coalición con Nicolás Avellaneda. En 1880, cuando las milicias porteñas resistieron la federalización, los mitristas se unieron a la defensa de la ciudad. Nueva derrota. Hacia 1883 viajó a Chile para acopiar documentación para su nuevo libro. Es en 1887 que publica Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana.

Tiempo después vuelve a la escena política ante la crisis del gobierno de Miguel Juárez Celman, entre 1889 y 1890. Marcha a Europa ante la inmediata Revolución del Parque, que encumbra como presidente a Carlos Pellegrini. Regresa como candidato y negocia con Julio Argentino Roca. Son meses de una intensa vida política y su última chance de ser el primer presidente en ocupar dos veces el sillón de Rivadavia. Leandro N. Alem, su aliado de antaño y actual adversario, presiona hasta romper la agrupación que lo llevaba como candidato a la presidencia. Los sueños presidenciales de Mitre vuelven a esfumarse, pero se mantiene activo políticamente. La pérdida signa esta época: ve morir a varios de sus hijos y amigos. En 1882 muere su mujer Delfina de Vedia. Con el fin de su carrera política, se acerca el desenlace de su vida. Fallece en 1906. Su funeral es acompañado por una inmensa multitud4.

Mitre fue, tal vez, el único miembro de su generación que logró cosechar una diversidad de logros que exceden lo esperado para los cargos que ocupó. Fue testigo de grandes homenajes en vida, como la recepción que le hicieron en Chile en 1883 o a su vuelta de Europa en 1891. Su casa y la imprenta de La Nación funcionaron como puntos de encuentro de miles de porteños que acudían ansiosos a recibir su palabra. Al cumplir 80 años, el país entero se rindió a sus pies. Centenares de pueblos pusieron placas en sus plazas o cambiaron el nombre de una calle para poner el suyo. En la ciudad de Buenos Aires pudo observar un desfile multitudinario mientras lo saludaba desde el balcón de su casa. Esa noche, en una función de gala especial que lo tuvo como homenajeado, escuchó al soprano napolitano Enrico Caruso en la ópera Rigoletto, dirigida por la atenta y exigente batuta de Arturo Toscanini. En todas estas jornadas, las láminas con su retrato fueron un éxito de ventas para las empresas periodísticas.

Una Historia Nacional

Más allá de su labor política y periodística, que es su faceta más conocida, Mitre fue el encargado de construir una Historia Nacional para un país en ciernes. Por cierto, no fue el único en este intento, pero quizás sí el más eficiente. Su obra más importante, de la que queremos hacer mención en este texto, es Historia de Belgrano y de la independencia argentina, a la que seguiría, en 1887, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Pero este esfuerzo no tuvo su único cimiento en el papel, porque también se asentó sobre la construcción de estatuas y plazas públicas: la Plaza San Martín, en la década de 1860, o la estatua de Belgrano, en la Plaza de Mayo inaugurada en 1873. En 1897 colocó la piedra fundacional del monumento a su excamarada de armas Giuseppe Garibaldi en la actual Plaza Italia. El general también dedicó sus esfuerzos para repatriar los restos de Bernardino Rivadavia en 1857, convocando a una importante multitud5.

La biografía de Belgrano tuvo cuatro ediciones que corresponden a distintos momentos intelectuales y políticos de Mitre. Las dos primeras se publicaron en 1857 y 1858. En esta etapa, el autor gozaba de un ascenso meteórico en la Buenos Aires posrosista.

Según José Luis Romero, esta historia puso en el centro de la cuestión la discusión posCaseros sobre la constitución de la nación. En la pluma de Mitre, se justifica la preexistencia de una nación por sobre las provincias como una apuesta al futuro6. Recordemos que Buenos Aires se había escindido de la Confederación liderada por Urquiza y funcionaba como un estado autónomo. De lo que se trataba era de ver cómo esta idea de nación se desenvolvió en los sucesos acontecidos en aquellos años. Mitre enunció esta perspectiva pero, lejos de ser aceptada, recibió significativos cuestionamientos de varias voces importantes. El primero en contrarrestar su argumentación fue el cordobés Dalmacio Vélez Sarsfield, en 1864, desde las páginas del diario El Nacional. En su crítica, planteó la necesidad de ver el rol que cumplieron las provincias en el proceso frente a las acciones de Belgrano y, posteriormente, cuestionó el lugar que se le otorgó a Güemes. En la interpretación de Mitre, la desobediencia de Belgrano a las autoridades porteñas para reorganizar la resistencia en Tucumán permitió que las provincias del norte no formen parte de otra nación7. Sin embargo, para los críticos de estas ideas, pasase lo que pasase, estas provincias estaban unidas a la nación. A Vélez Sarsfield lo acompaña la voz de Juan Bautista Alberdi, quien cuestionó políticamente a Mitre y el lugar que le otorgó a los porteños en estos sucesos.

Mitre realizó sus descargos en esta polémica con Vélez Sarsfield. En ellos, daba cuenta del problema central sobre el cual pivota su obra: la preexistencia de la nación argentina. ¿Qué vínculos se escondían detrás de las unidades territoriales que, desde Buenos Aires, se buscaba ordenar? Lo que a su vez obligaba a preguntar: ¿cuál era el lugar de los hombres –el de Güemes o el de Belgrano, por ejemplo– en los sucesos?

En la tercera edición de Historia de Belgrano y de la independencia argentina de 1876, Mitre incorporó el capítulo más conocido de la obra: “La sociabilidad argentina”. Los historiadores Elías Palti y Natalio Botana han ofrecido importantes aportes sobre la construcción de este pasaje en el libro8. Detengámonos en el planteo. El vasto espacio geográfico que abarcó el período colonial tenía una premisa que configuró la naciente nación. La baja densidad demográfica y un amplio territorio llano llevaron a una sociedad relativamente igualitaria frente a otras unidades virreinales como Perú, donde los accidentes geográficos y la densa trama poblacional explicarían la desigualdad. Una situación similar veía Mitre en Chile. El territorio del futuro Virreinato del Río de la Plata era un espacio vacío, propicio para que los conquistadores europeos introdujeran tres grandes cuestiones: el espíritu guerrero, el espíritu municipal y las fuerzas del trabajo. Estos tres grandes vectores en la enorme pampa fueron moldeando una sociedad dedicada a la ganadería, al comercio y al trabajo duro mientras que, desde los cabildos, los vecinos organizaban la conquista del espacio. Argentina tenía prefigurada, entonces, esa “democracia rudimentaria” que contenía la chispa necesaria para que aquel 25 de mayo de 1810 estallara la revolución y la población respondiera al llamado.

Entre 1881 y 1882, la obra de Mitre fue revisitada por un nuevo polemista: Vicente Fidel López. Además de discutir sobre episodios muy particulares, los contrincantes se enfrentaron en dos visiones sobre el trabajo metodológico que debía afrontar el historiador. Una discusión que ya se producía en otras latitudes, pero que de esta forma llegó a la vera del Río del Plata. Mitre defendió la utilización de los documentos escritos como herramienta central en la construcción del conocimiento histórico, mientras que López apeló al testimonio oral. Este último podía recordar relatos familiares provenientes de una de las familias patricias más importantes en la revolución. En cambio, Mitre provenía de un hogar con menos luces, hijo de un funcionario menor de la administración colonial que debió apelar al arduo trabajo para conquistar su lugar9.

En 1887 salió la edición definitiva de Historia de Belgrano y de la independencia argentina, casi treinta años después de la primera versión y con el agregado de un capítulo. La Argentina ya había consolidado un Estado y había dejado atrás las viejas antinomias que vibraban al calor de la división entre Buenos Aires y la Confederación. Los nuevos desafíos que afrontaba la sociedad era la incorporación y asimilación de miles de inmigrantes que llegaban a nuestras tierras. En este nuevo escenario, la historia escrita por Mitre ofreció un nítido relato sobre los orígenes que fue reiterado una y otra vez en las escenas escolares. San Martín y Belgrano pasaron a formar parte del bastión de los grandes hombres de la Nación.

Notas

    1.  Hora, R. (2010). Historia económica argentina en el siglo XIX. Buenos Aires: Siglo XXI.
    2.  Halperín Donghi, T. (2005). Una nación para el desierto argentino. Buenos Aires: Prometeo.
    3.  Miguez, E. J. (2011). Mitre montonero: la revolución de 1874 y las formas de la política en la organización nacional. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, p. 208.
    4.  Gayol, S. (2012). La celebración de los grandes hombres: funerales gloriosos y carreras post mortem en Argentina. Quinto sol, 16(2), 1-29.
    5.  Eujanian, A. (2016). El pasado en el péndulo de la política. Rosas, la provincia y la nación en el debate político de Buenos Aires, 1852-1861. Bernal: UNQUI. 
    6.  Romero, J. L. (2003). Mitre: un historiador frente al destino nacional. En La experiencia argentina y otros ensayos (pp. 256-296). Buenos Aires: Taurus.
    7.  Devoto, F. y Pagano, N. (2009). Historia de la historiografía argentina. Buenos Aires: Sudamericana.
    8.  Palti, E. J. (2000). La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Latinoamericana “Dr. Emilio Ravignani” [en línea], n.° 21, pp. 75-98. Ver también Botana, N. R. (1991). La libertad política y su historia. Buenos Aires: Sudamericana.
    9.  Devoto, F. y Pagano, N. (2009). Historia de la historiografía argentina. Buenos Aires: Sudamericana. Ver también Trillo, M. T. (1990). Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López. El pensamiento historiográfico argentino en el siglo XIX. Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, (16), 097-097.

 

Descargar el artículo completo


Nahuel Pablo Victorero es profesor y licenciado de Historia por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se encuentra realizando su doctorado en Historia por la misma universidad. Su tema de investigación es la historia de Mitre, el diario La Nación y los mitristas en la década de 1890.