Schole
MiradasEdición 1
1869. Primera edición de “Veinte mil leguas de viaje submarino”
Revista SCHOLÉ 17 mayo, 2019

Julio Verne

“Padre de la ciencia ficción”, “anticipador de inventos”, “futurólogo”. Así se lo ha catalogado, con juicios tan simples como erróneos y persistentes. Al final de su vida, expresaba su desencanto a sabiendas de que su fama provenía de un malentendido sobre su obra: “Me siento el más desconocido de los hombres”.

Verne fue un constructor de relatos míticos que, en su trama y escritura, reflejaron el drama de un mundo guiado por el progreso y la razón, pero también por el colonialismo y la falta de justicia. Sobre estas cuestiones, reflexiona en su literatura. Sin dudas, fue un gran maestro de la geografía y del mundo natural. También fue un gran didacta. Pero no se detiene allí. El Nautilus no es solo un artefacto excepcional para surcar los mares, no es la anticipación del submarino ni es un artilugio que predice nuevos buques y navíos. Es algo muy distinto: es la construcción –o, al menos, un intento– de una sociedad distinta, una que ha soltado amarras para desligarse del resto de la humanidad (que seguirá con sus luchas opresivas y sus injusticias). Su mentor es el capitán Nemo, un hombre del cual sabemos, de forma confusa, un poco sobre los ideales que rigen sus decisiones y un poco sobre las pétreas contradicciones que gobiernan su mente. Es un justiciero que forja bajo las aguas un nuevo mundo eutópico. Los secretos que lo rodean son tan extensos como enorme es su fortuna:

Señor Aronnax, un navío de hierro viene a costar mil ciento veinticinco francos por tonelada, y el Nautilus apenas si desplaza mil quinientas. Su valor total son dos millones, comprendiendo el mobiliario, y de cuatro a cinco millones con las obras de arte y colecciones que encierra.

̶ Aún debo preguntar otra cosa, capitán Nemo, si no me cree impertinente.
̶ Diga, profesor.
̶ ¿Es usted muy rico?
̶ Inmensamente rico y sin mucha molestia podría pagar los doce mil millones de francos a que asciende la deuda exterior de Francia. 3


3. Ibidem, p. 116.


En otro pasaje, y poco antes de decidir su huida del Nautilus, el profesor Aronnax caracteriza al capitán Nemo y la imposibilidad de la cultura que cree haber construido:

(…) Aquel terrible justiciero, verdadero arcángel del odio, seguía mirando. Cuando todo se acabó, el capitán Nemo, dirigiéndose hacia la puerta de su camarote, la abrió y entró. Le seguí con la mirada.

Sobre el tabique de fondo, debajo de los retratos de sus héroes, vi el de una mujer joven aún y de dos niños. El capitán Nemo los miró durante algunos instantes, tendió hacia ellos los brazos y, arrodillándose, prorrumpió en sollozos. 4


4. Ibidem, pp. 498-499.


Ya fuera del Nautilus, en la tierra a la que fue arrojado por la potestad del mar, Aronnax libera sus sentimientos y expresa un deseo:

(…) ¡Y espero también que su potente aparato haya vencido al océano en su abismo más terrible, y que el Nautilus haya sobrevivido donde tantos buques han perecido! ¡Si es así, si el capitán Nemo sigue habitando ese océano, su patria adoptiva, pueda el odio extinguirse en aquel corazón feroz! ¡Que la contemplación de tantas maravillas apague en él el espíritu de venganza! ¡Que el justiciero desaparezca, y el sabio continúe apaciblemente la exploración de los mares! Si su destino es extraño, también es sublime. ¿No lo he comprendido por mí mismo? ¿No he vivido diez meses aquella existencia extranatural? Por eso, aquella pregunta propuesta hace seis mil años por el Eclesiastés: «¿Quién ha podido sondear las profundidades del abismo?», hay dos hombres entre todos los hombres que tienen derecho ahora de contestarla: el capitán Nemo y yo. 5


5. Ibidem, p. 510.


Julio Verne fue considerado popularmente como el adalid del progreso fundado en el desarrollo científico y tecnológico; sin embargo, sus textos pueden indicar algo muy distinto. ¿Era acaso un pesimista al que no se quiere escuchar y, por ello, se lo lee “mal”? El capitán Nemo, ¿era su alter ego literario que expresaba, en sus sombrías decisiones, lo que Verne no podía decir por fuera de la ficción?