Schole
MiradasEdición 2
1859. El origen de las especies
Revista SCHOLÉ 18 agosto, 2019

La revolución darwiniana

Sin duda, la darwiniana es una revolución inconclusa, tal como afirma Eldredge, y puede que permanezca de esta forma: como una herida que no puede cerrar. Debemos ser conscientes de esta cuestión a la hora de enseñar. Por supuesto que no es dable aceptar ningún tipo de censura sobre la posibilidad de debatir la evolución en las escuelas porque es parte de nuestro acervo cultural y porque, sin su estudio, es imposible entender los enormes desafíos que nos plantean hoy tanto la biología como la medicina. Sin embargo, no debemos soslayar la dificultad que enunciamos. De hecho, y como reflexión final, podemos preguntarnos si el párrafo con el que Darwin cierra El origen de las especies no fue una forma de limitar el sentido de su propia teoría, una concesión contra la idea que muestra al universo de lo viviente como un mundo frío y sin sentido:

Es interesante contemplar un enmarañado ribazo cubierto por muchas plantas de varias clases, con aves que cantan en los matorrales, con diferentes insectos que revolotean y con gusanos que se arrastran entre la tierra húmeda, y reflexionar que estas formas, primorosamente construidas, tan diferentes entre sí, y que dependen mutuamente de modos tan complejos, han sido producidas por leyes que obran a nuestro alrededor. Estas leyes, tomadas en un sentido más amplio, son: la de crecimiento con reproducción; la de herencia, que casi está comprendida en la de reproducción; la de variación por la acción directa e indirecta de las condiciones de vida y por el uso y desuso; una razón del aumento, tan elevada, tan grande, que conduce a una lucha por la vida, y como consecuencia a la selección natural, que determina la divergencia de caracteres y la extinción de las formas menos perfeccionadas. Así, la cosa más elevada que somos capaces de concebir, o sea, la producción de los animales superiores, resulta directamente de la guerra de la naturaleza, del hambre y de la muerte. Hay grandeza en esta concepción de que la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, infinidad de las formas más bellas y portentosas.4


4. Darwin, C. (2010). On the origin of species, Nueva York: Chartwell Books Inc., p. 362. La primera edición del libro de Darwin se publicó en 1859. La sexta edición, que le dio la forma definitiva al libro, corresponde al año 1872.