Ahora el cielo se oscurece, pero no por efecto de sombrías ideas y dolorosas batallas, sino por las propias leyes del universo que provocan un eclipse solar. Es el momento en el que Eddington toma las ansiadas fotografías que le van a permitir comparar la posición de un grupo de estrellas cuando son observadas en la oscuridad del cielo nocturno respecto de la posición, de esos mismos astros, al ser vistos en el plano del firmamento, en cercanías del Sol. Si se detecta un corrimiento entre las dos observaciones, si la disposición de las estrellas no es coincidente, entonces, la mejor explicación posible es que el haz de luz se curva por el campo gravitatorio solar y, por lo tanto, la descripción de Einstein deberá ser considerada válida.
Ya de regreso, y frente a unas cuantas decenas de hombres de ciencia, Eddington coloca una de sus placas fotográficas sobre otra, más antigua, para determinar si hay un desplazamiento en la posición manifiesta de las estrellas cuando estas son observadas bajo la influencia del campo gravitatorio del Sol. Ajusta la lente de la lupa, que permite percibir con precisión los detalles de las imágenes, y emite la sentencia: la brecha en la posición estelar corrobora la perspectiva de la relatividad general. Imagen conmovedora, síntesis excepcional, retratada en la película Einstein y Eddington 1, de un momento singular de la ciencia contemporánea. Allí, David Tennant, quien encara al hombre inglés, cuáquero pacifista y genial observador del cielo, expresa un sentimiento y una perspectiva:
Hoy es el primer día de un nuevo mundo, en el que es más difícil vivir, menos certero, más solitario. Pero lo que tiene en su corazón es emprendimiento humano. Un hombre nos mostró cómo. Miren lo que puede hacer un solo hombre. En el trabajo de este hombre, en la complejidad del nuevo universo que nos ha mostrado. Por mi parte, no tengo ninguna duda: puedo oír pensar a Dios.
1. Einstein y Eddington [Einstein and Eddington], de Philip Martin (2008).
Tiempo después, en la Universidad de Cambridge, Eddington y Einstein se encuentran. Ambos científicos, que se negaron al belicismo nacionalista que había invadido a Europa, cruzan sus miradas y estrechan sus manos. Es el final de una historia que cimentó una revolución en la física contemporánea y que es el reflejo de un singular compromiso con el conocimiento como forma de embellecer el mundo y aligerar el sufrimiento de los hombres. Pero, en 1933, el nazismo llega al poder para revelar en los viejos rostros confusas decisiones. Max Planck, quien había perdido a uno de sus hijos en el frente, asume un particular compromiso.