Schole
MiradasEdición 1
1919. El Tratado de Versalles y el fin de la Gran Guerra
Revista SCHOLÉ 17 mayo, 2019

Entre las reparaciones de guerra, se le exigía a Alemania el pago de 132 mil millones de marcos de oro alemanes, 44 millones de toneladas de carbón, la mitad de la producción química y farmacéutica del país, la totalidad de sus cables submarinos y otros bienes durante cinco años. También, la entrega de todos los barcos mercantes alemanes de más de 1400 toneladas de desplazamiento y la cesión anual de 200 mil toneladas de nuevos barcos para restituir la flota mercante dañada a los Aliados. El país perdió territorios como la región del Sarre (bajo la administración de la Sociedad de las Naciones) y la Cuenca del Ruhr, ambos fundamentales para su desarrollo económico, pero también para poder pagar las compensaciones. A las demandas, Alemania respondió con la construcción de la leyenda según la cual no había perdido la guerra, sino que le habían clavado un puñal por la espalda. De todas formas, firmó el tratado.

Como Keynes anticipó, la República de Weimar sufrió una enorme hiperinflación a principios de la década de 1920 que la sumió en una desesperación genialmente retratada en la película de Ingmar Bergman El huevo de la serpiente 3 . Sobre las consecuencias de la paz sellada en Versalles, el historiador Norman Stone dice:


3. El huevo de la serpiente [The Serpent’s Egg], de Ingmar Bergman (1977).


En los últimos días de la primera guerra mundial, durante la discusión de las condiciones del armisticio, Lloyd George ya había intuido el desastre que estalló a continuación. Sus palabras resultan proféticas: «Si selláramos ahora la paz, dentro de veinte años Alemania dirá lo que Cartago a propósito de la primera guerra púnica: que cometieron este y aquel error, y que, con una mejor preparación y organización, la próxima vez saldrían vencedores». Eso es, más o menos, lo que Hitler dijo en Mi lucha: Alemania merecía haberse alzado con la victoria, y lo habría conseguido de no haber sido por la traición, por el sinsentido humanitario y por la voluntad de alcanzar la paz de los traidores de izquierdas. El 10 de noviembre, mientras se recuperaba de un ataque con gases que lo había cegado, escuchó a alguien decir que había estallado una revolución y reaccionó: «No había llorado desde el día que visité la tumba de mi madre… Todo había sido en vano… ¿Había sucedido todo aquello para que una panda de criminales miserables pudieran apoderarse de la madre patria? Cuanto más intentaba entender entonces aquel monstruoso acontecimiento, más bullía en mi interior la vergüenza por algo tan indigno y desgraciado. ¿Qué era el escozor que sentía en mis ojos comparado con aquella miseria?». Y llegó a la conclusión de que «no se puede pactar con los judíos. Sólo los fuertes resistirán: o conmigo, o contra mí». Quedaba expedito el camino para una segunda guerra mundial mucho más terrible que la primera. 4

Lejos de quedar cristalizado en una centuria que parece lejana, el Tratado de Versalles formula preguntas vitales y les da nueva vida a las palabras del escritor William Faulkner: “El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado”.


4. Stone, N. (2008). Breve historia de la primera guerra mundial. Barcelona: Ariel, pp. 150-151.