Últimos días
La Semana Trágica se extenderá por más de siete días. Aunque formalmente se decide levantar la huelga en los talleres Vasena el día 13 de enero, la represión continuará. No solo actuarán fuerzas militares y policiales, también lo harán grupos civiles armados como la Liga Patriótica. Entre sus miembros fundadores se encontraban el monseñor Miguel De Andrea, Lisandro de la Torre, Luis Agote, Francisco P. Moreno y más. La Liga fue uno de lo responsables de las acciones antisemitas que se darán particularmente en el barrio de Once, con cientos de muertos. Poco después, tendrán una actuación significativa en la represión de las huelgas de la Patagonia. Pinie Wald relata los últimos días en los que es interrogado y torturado en este marco antisemita, asociado a una “conspiración maximalista soviética”:
Doce y trece de enero
Desde el patio nos llegaba el bullicio: resonar de espuelas, rechinar de caballos, ruidos de cadenas, caminar constante. De pronto, todo se apagó y, desde el silencio, brotó un discurso ronco, interrumpido de vez en cuando por “Vivas” y “Muertes”.
¿Qué sucedía del otro lado del muro de la cárcel? ¿Qué pasaba en la calle? ¿En la ciudad? ¿En el mundo entero? ¿Acaso existía algo que no fuera violencia y asesinato? ¿Cazadores y cazados? ¿Perseguidores y perseguidos? ¿Los que golpean y los golpeados? ¿Asesinos y asesinados? ¿Acaso existía algo fuera de bomberos armados y presos martirizados que esperaban su muerte…?
¿Dónde estaban los miles y miles de presos que había visto el día anterior? ¿O era un sueño atroz, una pesadilla, a fin de cuentas? […]
La mañana siguiente fue hermosa y fresca, excitante como la misma vida […].
Nuevamente llegaron visitantes; nuevamente nos plantearon preguntas astutas y aburridas. Ya las habíamos oído miles de veces; estábamos hartos de escucharlas. […]
Al llegar la tarde, otra sorpresa. En la puerta de entrada aparecieron Montesano y Louvet. Fue un saludo alentador y optimista de la Federación Obrera Argentina (FORA). […]
–En nuestro carácter de delegados de la Federación Obrera de la República Argentina –decía Louvet– hemos llegado con el gobierno a un acuerdo: concluiremos el paro general a condición de que todos los detenidos sean liberados. […]
Aquel era un gran consuelo. Me sentí animado y me despedí cálidamente de los delegados de la Federación Obrera.
Y, como corolario de aquella visita, un oficial me trajo varios atados de cigarrillos y fósforos, remitidos por la Federación Obrera, lo que me deleitó y animó en la oscura soledad de la celda, después de tantos días de no fumar.
Ese trece de enero fue para mí, un día de suerte, una primavera del alma.4
4. Ibídem, pp. 53-64.
Finalmente, el día 17 de enero Pinie Wald es liberado. Con las siguientes reflexiones –tan legítimas para aquel pasado, en parte olvidado, como para el agitado y confuso presente–, cierra su conmovedora crónica sobre aquella semana de enero de 1919:
Esta no es la Divina Comedia, sino la comedia humana. Y si encontré fuerza para sobrellevarla, esa fuerza también llevaba un carácter muy humano: el de sobrevivir al propio miedo. Yo tenía la sensación de estar en el infierno, de ir atravesando sus caminos, sus atajos, sus rincones ocultos; tuve que convencerme hasta dónde los seres humanos son capaces de torturar a otros seres humanos; observar la bestialidad humana, esa forma refinada de la bestialidad. Ver cómo el miedo se convierte en locura y ésta toma la forma de los seres humanos que ejercen el poder; y también quise convencerme, a través de estas pruebas, de cuántas penas físicas y espirituales un ser humano puede soportar. Quise experimentar en mi propio cuerpo, ver y sentir el infierno verdadero en derredor de mí, sobre mí, dentro de mí, ir al fondo de lo oculto, de lo ignoto, de lo terrible, de lo que se teme tanto…5
5. Ibídem, pp. 96-97.
Ha pasado un siglo y no parecen quedar vestigios de la Semana Trágica. Los extensos y complejos sucesos nacionales e internacionales ocurridos durante los últimos cien años parecen haber relegado aquellos eventos al olvido. No se los estudia en las escuelas, tampoco se los nombra. Pero las consideraciones finales de Pinie Wald dicen lo contrario: no es posible disolver en el tiempo aquellos sucesos porque nos proponen incluso hoy, en un mundo tan distinto, reflexiones que pueden ayudarnos a decidir frente a los dilemas sociales actuales.