1932. ¿Por qué la guerra?
11 diciembre, 2019
Hay en la misiva una lúcida e implacable imagen sobre la condición humana, aunque, hacia el final del escrito, Freud parece haber sentido la obligación de expresar la esperanza de que las guerras pudiesen llegar a ser menos intensas y destructivas. Poco después, la realidad política le respondió a esta particular entrega de su pensamiento cuando sus obras fueron quemadas en la Plaza de la Ópera, en Berlín. El 10 de mayo de 1933, el fuego encendido –no por unos fanáticos ignorantes, como tal vez hubiese esperado, sino por el silencio de los académicos, que habían aceptado la expulsión de sus colegas judíos, y por los estudiantes universitarios espoleados por Joseph Goebbels– desintegraba el papel de sus escritos junto a los de Karl Marx, Bertolt Brecht, Heinrich Heine, Eric María Remarque y otros. Europa se encaminaba hacia un nuevo y desolador conflicto, pero Freud no pudo renegar de su esperanza y de su paradojal “lealtad” al hombre ilustrado. Cual escudo defensivo, expresó unas breves y erradas palabras: “¡Cuántos progresos hemos hecho! En la Edad Media me habrían quemado a mí; ahora se conforman con quemar mis libros”.
Presente
Freud pudo haberse equivocado en su apreciación sobre la gravedad de lo que sucedía en Alemania porque estaba frente a un hecho histórico sin precedentes. También pudo ocurrir que su cosmovisión le impidiese percibir la sombra que se expandía por Europa. La quema de libros no fue seguida de conversiones y admoniciones, sino de campos de concentración y campos de exterminio; no solo se calcinó la letra impresa. Tras las llamas de la hoguera, emergieron las cámaras de gas y los hornos crematorios. Por muy conciliador que haya querido ser con la realidad política, luego del Anchluss debió abandonar Austria por ser judío. Sus hermanas habrían de morir en Auschwitz, Theresienstadt y Treblinka.
Estas breves consideraciones biográficas no pretenden quitarle vigencia a su texto; por el contrario, sostienen su vigencia al mostrar lo difícil que es decidir, pensar y actuar cuando irrumpen en la realidad acontecimientos impensados. Por ello, en la complejidad social que define nuestro presente –donde la identidad biológica humana está cuestionada por una poderosa tecnología que la redefine, lo real y lo virtual parecen estar fusionados de tal forma que se vuelven indistinguibles el uno del otro y el mundo subjetivo se ha trastocado para transformarse en un conjunto de datos y algoritmos– la lectura de ¿Por qué la guerra? y de los textos que lo precedieron, Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte (1915) y El malestar en la cultura (1930) pueden ser de un particular y significativo interés. Los juicios y las especulaciones enunciadas por Freud no pueden darnos una respuesta a los interrogantes que hoy nos formulamos.