Schole
NarradoresEdición 7 - 8
El año al que le faltaron diez días
Eduardo Wolovelsky 9 agosto, 2021

El origen

Erehwon era un curioso pueblo enclavado a orillas del mar del cual nadie recordaba cuándo había sido fundado. A pesar de ello, sus habitantes conocían una singular historia acerca de los orígenes, historia que jamás se vociferaba ni enseñaba. Como los gobernantes la habían prohibido, solo se la podía narrar de manera furtiva. Había en ella una maldición, una promesa que empujaba a muchos jóvenes hacia la mar, lugar del que jamás regresaban. Cada hombre, cada mujer, cada niño sabía, entre murmullos y secretos, que sus antepasados habían llegado del otro lado del océano escapando de alguna tragedia; tal vez climática, ¿de una enfermedad?, o de la guerra. También se contaba que aquellos mismos hombres y mujeres, antes de huir, habían escondido sus riquezas para poder recuperarlas alguna vez. Era esta parte del relato la que seducía a los más ambiciosos.

Sin embargo, ¿por qué, una vez lanzados a la aventura, no retornaban? Era posible que el lugar hallado fuese en extremo seductor o que, finalmente, hubiesen encontrado aquellos tesoros imaginados y que les resultase difícil transportarlos de regreso. Pero era posible, también, que el mar en su furia los hubiese reclamado para habitar por siempre en sus profundidades. ¿Quién puede saberlo?

Federico

Entre todos los habitantes de Erhewon se destacaba el carpintero, aunque no precisamente por los muebles que fabricaba: eran sus conocimientos astronómicos y su saber en el campo de las matemáticas lo que le había dado cierta fama en el pueblo. Estaba preocupado por su hijo Federico, a quien le hizo prometer que, si deseaba ir en busca de aquellos tesoros, solo podría partir después de su cumpleaños número veintiuno. A Federico esto le pareció razonable y no dudó en prometerlo.Año bisiesto

Pasados los años, Federico supo que su juramento estaba cumplido y quiso, como tantos otros, ir en busca de las riquezas de sus antepasados. Pero su padre le advirtió: “No puedes partir. Aunque eres un joven de veintiún años, aún no has podido conmemorar tu vigésimo primer cumpleaños. Naciste un 29 de febrero, por lo tanto recién has celebrado cinco cumpleaños y deberás esperar otros sesenta y tres años para que sea tu aniversario número veintiuno”. Federico no pudo ocultar su enojo, pero reconoció la habilidad de su padre para jugarle una trampa con los años bisiestos y le agradeció su cuidado. Este episodio estimuló su curiosidad y, por ello, comenzó a estudiar la historia de los calendarios. Descubrió así que hubo un año con diez días menos y que tal hecho estaba relacionado con los años bisiestos, aquellos que, en lugar de 365, tienen 366 días porque se agrega el 29 de febrero.

Calendarios

El 24 de febrero de 1582, el papa Gregorio XIII promulgó nuevas reglas para el cálculo del calendario en el mundo católico, modificando el almanaque que, hasta esa fecha, se regía bajo la reforma hecha por Julio César en el año 45 antes de Cristo.

imagen papaLos calendarios deben estar organizados de tal manera que, por ejemplo, el verano o el invierno caigan siempre en la misma fecha. Esto permite ordenar y acomodar la vida social de los hombres. Año tras año, una festividad cualquiera, el 21 de junio, por ejemplo, que es el día del comienzo del invierno en el hemisferio sur, deberá seguir sucediendo al comienzo de la estación fría. Si el calendario no está bien ajustado en relación al movimiento relativo de la Tierra respecto del sol, con el correr del tiempo, el 21 de junio dejará de marcar el inicio del invierno.

La cantidad de días de un año en el calendario juliano, aquel que instituyó Julio César, supone que la rotación de la Tierra alrededor del Sol es de 365,25 días. Pero esta es una medida aproximada. La Tierra da un giro completo alrededor del Sol cada 365,242199 días. Cada año se producía, entonces, un desplazamiento de poco más de once minutos entre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol y el almanaque. Hecho imperceptible en el curso de una vida, pero no en el correr de los siglos: para la época del Papa Gregorio, el calendario juliano había sumado un corrimiento de diez días. Esto significaba que el 21 de junio ya no podía marcar el inicio del invierno debido a que, en esa fecha, la posición del Sol en relación a la Tierra era la equivalente a la que ocurre el 1 de julio. Al Papa le preocupaba que la fecha de las festividades religiosas se fuese corriendo en relación a las estaciones. Sin duda, una complicación a la hora de mantener los rituales sostenidos por la tradición. Las nuevas reglas de cálculo para el almanaque tenían algunas similitudes con las propuestas por Julio César, pero también había importantes diferencias.

imagen calendario gregoriano

En el calendario propuesto por el Papa Gregorio, el año tiene 365 días y cada cuatro ocurre uno de 366, a excepción de algunos años que marcan cambios de siglo. Esta última regla para el cálculo del calendario es un tanto caprichosa. A los años que deberían ser bisiestos pero que marcan cambios de siglo no se les debe agregar el día 29 de febrero a menos que ese cambio ocurra en un año que sea divisible por 400. De esta forma, el año 1900 no fue bisiesto, pero el 2000 sí.

Este cambio en el calendario no restituía, aún, las celebraciones religiosas a la época del año en que se solían festejar. La solución propuesta por las autoridades religiosas fue tan sencilla como inesperada: restarle a aquel año de la reforma del calendario diez días. Fue así como del 4 de octubre se pasó al 15 de octubre. Esto ocurrió en el año 1582. Tal vez muchos pensaron o sintieron que les habían robado diez días de sus vidas; pero, así como Federico tenía veintiún años a pesar de que solo pudo festejar cinco cumpleaños en la fecha correspondiente a su nacimiento, es imposible quitar los días por una decisión. Lo que cambia es la forma de contarlos.

Los calendarios no son solo un juego de relación entre el cálculo de fechas y ciertos fenómenos astronómicos; reflejan las pasiones, creencias y tradiciones que animan la vida de los pueblos.

* El nombre del poblado Erehwon está inspirado en el título de la novela decimonónica de Samuel Butler, Erewohn. La lectura inversa del anagrama contiene la clave de su significado: nowhere (en inglés: “en ningún lugar”).

Es biólogo (UBA), docente y escritor.
Editó y realizó diferentes trabajos en el campo de la divulgación de las ciencias, la pedagogía y el cine. Entre ellos, se destacan: “El descubrimiento de las bacterias y el experimento 606” (2003), “El medio interior. La experimentación con animales” (2006), “¡Eureka! Tres historias sobre la invención en la ciencia” (2008), “Iluminación. Narraciones de cine para una crítica sobre la política, la ciencia y la educación” (2013), “El siglo maravilloso. Al filo de la Gran Guerra. Memorias de la última centuria” (2016), “Voyager. El mensajero de los astros” (2017), “Frankenstein. La creatura” (2019) y “Obediencia imposible. La trampa de la autoridad” (2021).
Además, coordinó diferentes programas sobre la enseñanza y el conocimiento público sobre la ciencia.