Schole
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El principio instituyente. Rancière y su manifiesto por la igualdad
Gabriel D´Iorio 20 diciembre, 2018

Ahora bien, ¿estas ideas sobre igualdad, desigualdad y emancipación, así formuladas, pueden ser emplazadas en la discusión sobre la escuela o, más precisamente, sobre la forma escolar? Unos años después de El maestro ignorante, Rancière publica una obra cuyo sugerente título es En los bordes de lo político (1990) y en ella propone una serie de ideas sobre los usos de la democracia y los posibles de comunidad de los iguales. Es en el marco de dicha discusión que Rancière abre una problematización de la democracia y la comunidad escolar que concluye en una indagación sobre sus formas:

 

Es muy cierto, en determinado sentido, que la escuela es la heredera paradójica de la scholé aristocrática. Esto significa que ella iguala a aquellos que acoge, menos por la universalidad de su saber o los efectos de redistribución social, que por su forma misma que consiste en la separación respecto de la vida productiva. La democracia tomó de las antiguas sociedades jerárquicas esta forma que separa el ocio intelectual de la necesidad productiva. (Rancière, 2007, p. 85)

Mirada Ranciére

Rancière afirma entonces que esta herencia relativa a la forma de la escuela se vincula, por un lado, al ocio propio de una clase –la aristocracia– que contaba con un tiempo libre para pensar o gozar de la libertad de no trabajar; desde esta herencia “paradójica”, la escuela –ahora democrática– puede ser pensada como el lugar de un tiempo no productivo, un tiempo libre, en el que se desarrollan cualidades separadas de las exigencias perentorias del tiempo de trabajo, cualidades relativas al conocimiento puro, al pensamiento y al juego. Por otro lado, la herencia también es relativa a una ambigüedad que hace de la escuela un territorio que no puede soslayar las controversias en torno de la igualdad:

La ambigüedad de la forma escolar la deja abierta a una multiplicidad de opciones y sentidos: para algunos, ella realiza la igualdad ciudadana, para otros, es un medio de promoción social; hay quienes la creen un derecho independiente… la mayoría de las veces todos estos sentidos se mezclan y hacen de la escuela no la máscara de la desigualdad o el instrumento de su reducción sino el lugar de la visibilidad simbólica de la igualdad al mismo tiempo que su negación empírica. Es por eso que no hay ninguna reforma de la escuela que no se presente bajo la forma de una decisión relativa a la igualdad. (Rancière, 2007, p. 86)

Dado que la forma escolar no puede resolver por sí misma esta disputa a propósito de la igualdad, resulta necesario asumir la contrucción de una perspectiva propia como una tarea filosófica y política. Si la escuela es el lugar de la “visibilidad simbólica” de la igualdad y, al mismo tiempo, el de su “negación empírica”, si ninguna reforma, es decir, ninguna discusión por su forma puede desentenderse de la igualdad, no solo no es posible eludir una toma de posición, sino que resulta necesario proponer una perspectiva fundada al respecto. Y todo esto, desde luego, más allá de la propia posición de Rancière6.


6. Quienes han trabajado de manera sistemática sobre esta intuición hasta llevarla a concepto fueron los investigadores belgas Jan Masschelein y Maarten Simons (2014).



Prof. en Filosofía (UBA).
Dr. en Artes (UNA).
Docente de Estética (DAAV-UNA) y de Ética (FFyL-UBA).
Dir. del Proyecto de Investigación “La imagen resiste, la imagen piensa" (UNA).
Ha trabajado en diversos programas, postítulos y cursos de formación docente.