Otra de las cuestiones para analizar desde el punto de vista pedagógico es la capacidad de agencias que tienen estos sistemas. Si trabajamos con algoritmos cuyas reglas son definidas a priori por los desarrolladores (es decir, el programador interviene en la definición de ciertas dimensiones que lo constituyen), tenemos la relación de un sujeto que construye ese elemento mediador y que lo utiliza. Allí, claramente, las posiciones están diferenciadas. Pero, en otros casos, el propio algoritmo se encarga, en forma autónoma, de encontrar correlaciones; y, en ese proceso, lo que sucede es que la posición del elemento mediador parece replegarse hacia la posición de sujeto, tomando capacidad de agencia. En educación, lo que tenemos es que, en ciertas ocasiones, el instrumento mediador suele replegarse hacia un lugar de objeto de conocimiento. En un sentido, los medios se transforman en fines y ocurre en las escuelas lo que todos conocemos como pérdida de significatividad social de los aprendizajes. Las discusiones que vienen aparejadas se refieren a quién es el responsable en la toma de decisiones. Porque si bien suele haber intermitencias en donde algunas cuestiones las deciden los sujetos, hay otras veces en las que las decisiones sobre las reglas que se van generando son tomadas por el propio algoritmo (esto es el machine learning).
Estos algoritmos, que no están supervisados (en este caso, tampoco me refiero al concepto técnico que se usa en machine learning, sino a la supervisión y al control externo que ejerce un programador) y que encuentran correlaciones entre datos e identifican patrones, llevan implícitos la dificultad de trazabilidad de todas estas decisiones que van tomando. Por lo tanto, el algoritmo aparece como una caja negra de difícil inteligibilidad. El lugar del sujeto, analizando e interviniendo allí, es muy complicado. Esto pone sobre la mesa el grado de autonomía en la toma de decisiones que, si se piensa en contextos específicos, trae a la discusión la idea de reemplazo laboral. Es decir, algoritmos que toman decisiones de manera autónoma, sin la intervención de sujetos –al menos para ciertas actividades más simples– y que, en realidad, lo que hacen es reconfigurar la organización del trabajo. Si pensamos en el caso docente, podríamos preguntarnos cómo se podría reconvertir el trabajo si estos sistemas se instituyeran en este sentido. Hay un montón de regulaciones que es necesario discutir entre los agentes del Estado, las empresas que se dedican a su desarrollo, los sindicatos que forman parte de la discusión; pero, claramente, este desarrollo tecnológico lo que hace es poner en evidencia que el control sobre la propia actividad, a veces, podría estar tomado por otros agentes de decisión. La idea de agencia también está muy discutida, y la idea de máquinas y ética también es campo de controversia. ¿En qué sentido un sistema de estas características tiene capacidad de agencia? Incluso, si pensamos en los algoritmos para los autos autotripulados y pensamos en el caso de que uno de ellos esté involucrado en un choque, la responsabilidad, ¿de quién sería? Son todas preguntas que nos llevan a considerar que la tecnología soluciona ciertos problemas, pero genera otros sobre los cuales tenemos que pronunciarnos.