Schole
NarradoresEdición 3
Ícaro y Dédalo
Eduardo Wolovelsky 11 diciembre, 2019

¿Dédalo o Ícaro?

El éxito de los primeros vuelos abrió el camino a nuevos desafíos. Uno de los más importantes fue intentar el cruce del Canal de la Mancha para unir por aire Francia con Inglaterra. Por supuesto que había un importante premio, además del aplauso del público. El francés Jean Pierre Blanchard y el norteamericano John Jeffries lo intentaron en un globo de hidrógeno. El 7 de enero de 1785 dejaron el suelo inglés y, aprovechando los vientos que soplaban de oeste a este, cruzaron el canal con algunos sustos. James Sadler no pudo siquiera sacar los pies de su país natal: Inglaterra lo retuvo por los problemas que generó el barniz que recubría la tela de su globo y con el que intentaba reducir la pérdida de gas. Pilâtre de Rozier, como un Ícaro moderno –pero a quien acompañaba la suerte de Dédalo–, siempre había llegado a destino y también se sumó al desafío. A diferencia de Blanchard y Sadler, intentó el vuelo en sentido contrario: de Francia a Inglaterra. El 15 de junio, Pilâtre de Rozier ascendió junto con Pierre Romain a unos 1500 metros de altura en dirección a Inglaterra. Un cambio en el sentido del viento los llevó de nuevo a territorio francés, donde el globo se incendió y estalló. Los dos tripulantes murieron.


El francés Jean Pierre Blanchard y el norteamericano John Jeffries lo intentaron en un globo de hidrógeno.

 

A cada ascenso le sucede otro más difícil. La advertencia de Dédalo se escurre entre la imaginación y la certeza de que sabremos detenernos unos metros antes de que el sol derrita la cera.

Uno de los más emotivos y trágicos vuelos comenzó en una lejana isla en el Círculo Polar Ártico. A finales del siglo XIX, eran muchos los hombres que tenían el ferviente deseo de ser los primeros en llegar al Polo Norte. Uno de ellos fue el ingeniero Salomon Andrée, quien, junto con Nils Strindberg y Knut Fraenkel, lo intentó en el año 1897. En un enorme globo de hidrógeno llamado “el Águila”, y confiados en los vientos, Andrée y sus compañeros se elevaron desde Spitzbergen con la mirada esperanzada y un tanto orgullosa de quienes se animan a hacer lo imposible. El 13 de julio, dos días después de la partida, se recibieron, a través de palomas mensajeras, las que serían las últimas noticias de la expedición. Luego, el silencio. Casi por casualidad, treinta y tres años después, se localizaron los restos de lo que fue esta gran expedición al Ártico: encontraron fotos y el diario de a bordo. Sabemos así que, el 14 de julio de 1897, el Águila cayó. Andrée, Strindberg y Fraenkel lucharon durante tres meses por volver, recorriendo en dirección sur cientos de kilómetros. Finalmente, fueron vencidos por el gran mar blanco.

Es biólogo (UBA), docente y escritor.
Editó y realizó diferentes trabajos en el campo de la divulgación de las ciencias, la pedagogía y el cine. Entre ellos, se destacan: “El descubrimiento de las bacterias y el experimento 606” (2003), “El medio interior. La experimentación con animales” (2006), “¡Eureka! Tres historias sobre la invención en la ciencia” (2008), “Iluminación. Narraciones de cine para una crítica sobre la política, la ciencia y la educación” (2013), “El siglo maravilloso. Al filo de la Gran Guerra. Memorias de la última centuria” (2016), “Voyager. El mensajero de los astros” (2017), “Frankenstein. La creatura” (2019) y “Obediencia imposible. La trampa de la autoridad” (2021).
Además, coordinó diferentes programas sobre la enseñanza y el conocimiento público sobre la ciencia.