Hace 100 años…
Se iniciaba el proceso contra Sacco y Vanzetti
Falsa acusación
Uno era vendedor ambulante de pescado, el otro zapatero. Eran italianos y, como muchos de sus compatriotas, de jóvenes emigraron a los Estados Unidos. Imaginaban que América era la Tierra Prometida. Cada uno se desempeñaba en su oficio; al mismo tiempo, preocupados por la suerte de los obreros que –a pesar de trabajar duramente cada día y durante toda la jornada– estaban condenados a una vida insalubre marcada por la pobreza, actuaban políticamente guiados por sus ideales anarquistas.
La vida de los inmigrantes en aquellos años solía ser difícil. Habían perdido gran parte de sus raíces y eran comúnmente maltratados tanto por un sector importante de la población como por las autoridades. La suerte de Nicola Sacco, zapatero, y de Bartolomeo Vanzetti, vendedor ambulante de pescado, no tenía por qué ser diferente. Siempre pendía sobre ellos la amenaza de ser deportados o expulsados de los Estados Unidos y obligados a regresar a la empobrecida Italia. El 5 de mayo de 1920, los temores que Sacco y Vanzetti pudieron sentir, como tantos otros inmigrantes italianos, se hicieron realidad. Ese día fueron arrestados y acusados de haber cometido un doble asesinato durante un asalto en South Braintree, Massachusetts.
Así lo cuenta Nicola Sacco:
El 5 de mayo, cuando con mi camarada y amigo Vanzetti venía de organizar un mitin de protesta contra la encarcelación arbitraria de que fueron víctimas Roberto Elia y Andrés Salcedo (este último asesinado por los agentes de la policía federal), justamente ese día, fui arrestado y conducido a prisión.
¿De qué era inculpado? De un infame, de un atroz crimen que mi cerebro no podía concebir.1
1. Sacco, N. y Vanzetti, B. (2011). Sacco y Vanzetti. Sus vidas, sus alegatos, sus cartas. Buenos Aires: Terramar, p. 43.
En su escrito “Un linchamiento periodístico”, Bartolomeo Vanzetti describe su detención con las siguientes palabras:
Fuimos arrestados en la noche del 5 de mayo de 1920. En la mañana que siguió a esa noche, todos los diarios de Boston y de Cape Cod anunciaron nuestra detención, en la primera plana, con el título siguiente a toda página y en tipos enormes: “Se arrestó anoche a los bandidos de Braintree”. Ni más ni menos. Y había que leer qué cuento espeluznante tejieron bajo ese título para satisfacer la morbosidad del público. En este había sido informado que “los presuntos bandidos de Braintree son rojos italianos conocidísimos y directores de huelgas”. Todo esto fue realizado por los diarios de la mañana, en la primera edición del 6 de mayo.2
2. Ibídem, p. 47.
Siete años más tarde, y luego de un largo y cuestionado juicio, Sacco y Vanzetti fueron declarados culpables y condenados a muerte. Se sabía de su inocencia y que se los condenaba por sus ideas y su origen. A pesar de las protestas en todo el mundo contra el proceso y contra la sentencia, el 23 de agosto de 1927 Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron muertos por electrocución con un invento desarrollado por Thomas Alva Edison: la silla eléctrica.
Esta creación técnica nos lleva por un nuevo sendero para pensar el complejo vínculo entre fines y medios y, así, regresar al final con una pregunta a la que la suerte de Sacco y Vanzetti nos obliga.
La guerra de las corrientes
Su primer invento fue un fracaso comercial, pero solo se trató de un inicial y errado paso. Con el tiempo, Thomas Alva Edison sería considerado uno de los más grandes inventores de la historia. Si bien no creó la lámpara incandescente, la perfeccionó de tal forma que hizo posible imaginar la iluminación eléctrica de casas, teatros, calles y plazas en las ciudades y en los pueblos.
La luz artificial de esas lámparas le daría un nuevo significado a la noche. Pero aún había que resolver demasiados problemas. Por ejemplo, era necesario tender una enorme cantidad de cables para llevar la energía eléctrica a cada casa; había que transformar las ciudades en complejos y gigantescos circuitos eléctricos. Para llevar a cabo este proyecto, se fundó la Edison Electric Light Company. Mucho era el trabajo por realizar y, aunque muchas eran las ganancias esperadas, el precio del cobre, material necesario para los cables, era también una traba importante. De todos, finalmente el obstáculo más significativo provino de una decisión del ingeniero George Westinghouse.
Edison había desarrollado un sistema de iluminación eléctrica utilizando lo que se llama “corriente continua”, como la que se produce en un circuito alimentado por pilas. Este sistema no podía transmitir la corriente eléctrica por grandes distancias y requería de cables de cobre más gruesos que el sistema de Westinghouse, que usaba la llamada “corriente alterna”.
Comenzó, entonces, una dura batalla por imponer alguno de los dos sistemas de distribución de electricidad. Aparte de las ventajas o inconvenientes relacionados con la eficacia de la transmisión de la corriente eléctrica, había otro tema que interesaba y preocupaba: ¿cuán segura era la corriente continua?, ¿cuán peligrosa era la alterna? Para Edison, en estas preguntas estaba la clave para imponer la suya. Decidió demostrar que la corriente defendida por Westinghouse, debido al alto voltaje que empleaba, era extremadamente peligrosa y había altos riesgos de morir electrocutado. Para ello, promovió el desarrollo de un nuevo invento cuya función era matar: la silla eléctrica accionada por corriente alterna. Así, suponía Edison, quedaría bien establecida la peligrosidad de convertir a las ciudades en inmensos circuitos eléctricos de este sistema y todos se inclinarían por su alternativa.
Sabemos cómo concluyó esta historia: hoy el mundo está iluminado por un sistema de corriente alterna que resultó ser muy seguro. Edison perdió esta batalla dejando como herencia una máquina de matar que algunos gobiernos imaginaron como una forma prolija de aplicar la pena capital. Puede que tal haya sido el imaginario de las autoridades cuando, el 23 de agosto de 1927, se bajaron los interruptores para establecer el contacto que daría muerte por electrocución a Sacco, a Vanzetti y a Celestino Medeiros, quien se había declarado culpable de los crímenes.
Pregunta
No podemos afirmar que Edison sea responsable por las muertes de Sacco y Vanzetti. Tampoco sabemos qué pensó del hecho ni de los pedidos internacionales por un juicio viciado de nulidad, marcado por sentimientos xenófobos. Sin embargo, tampoco podemos afirmar su inocencia.
Edison se oponía a la pena capital pero, para imponer su sistema y desacreditar a su competidor, desarrolló la silla eléctrica. Estos sucesos obligan, una vez más, a preguntarnos por una cuestión que marca al mundo moderno, que está en el núcleo mismo de la idea de progreso como motor de la historia y, por ello, es de las más importantes que debe abordar la educación: el fin que nos proponemos, ¿justifica los medios que utilizamos para alcanzarlos?