La gestión, la gestación, el nacimiento del ISEP, proviene de esta concepción de la política que, desde los orígenes, supone debate, miradas interdisciplinares, pluralidad. Lo que somos hoy (véase la memoria) resulta del trabajo de un equipo interdisciplinario que se ha consustanciado en esta gestación. Un equipo que encuentra colegas que vienen de distintas trayectorias, que se han formado en instituciones con tradiciones diferentes –en institutos de formación docente, en universidades o en el sindicato–. También, un equipo que viene de distintos lugares: de Córdoba, Buenos Aires e incluso contamos con la enorme generosidad de colegas que han venido de Barcelona, México, Bélgica y Francia4 trayéndonos, de lejanas latitudes, experiencias y saberes que se entrelazan con los que desarrollamos en el ISEP. Por eso decía que esta experiencia puede leerse como expresión de una acción política; las preocupaciones del ISEP nos conciernen, así resulta de una construcción colectiva en la que han confluido diferentes voces.
Ahora bien, en este escenario político, ¿qué pedagogía? Van algunas notas.
4. Quiero especialmente agradecer a queridísimos amigos y entrañables amigas a quienes admiro y respeto profesionalmente, y quiero hacerlo personalmente porque nos han ayudado a delinear con sus palabras muy estudiadas, muy sabias, al ISEP. Me refiero a quienes con cariño y confianza han puesto a disposición del ISEP su saber: Javier Trímboli, Inés Dussel, Eduardo Wolovelsky, Roxana Perazza, Sandra Nicastro, Flavia Terigi, Gabriel Diorio, Margarita Poggi, Verónica Kaufman, Susana De Marinis, Pablo Luzuriaga, Pablo Pineau, Alejandra Birgin, Felicitas Acosta, Leandro Botinelli; a través de Inés Dussel, Jorge Larrosa y Jan Masschelein, y, a través de Alejandra Birgin, Philippe Meirieu.
Una pedagogía que respeta su origen etimológico, se reconoce principalmente en el acompañamiento; el pedagogo era quien llevaba/acercaba al lugar del saber (la schole), una acción que es siempre con otros, nunca es individual. Una acción que supone un recorrido en el que hay un horizonte, una promesa: la de una transmisión disponible, la del encuentro con algo, un recorte cultural que se nos va a presentar. Aunque no puede definirse nunca totalmente cuál será el punto de llegada –es la libertad de los sujetos involucrados en ese recorrido la que decide– hay un “camino”, un recorrido que resulta del trabajo docente en el que cada paso que darás es la meta. La pedagogía entendida así está vinculada al hacer nacer, a la autoridad del que autoriza (Fontana y Trímboli, 2019).
Una pedagogía abierta al diálogo con las tecnologías digitales, dispuesta a una relación en la que se potencie sus cualidades: la del acompañamiento y la de la promesa de una transmisión. En este marco, la modalidad combinada adquiere un sentido singular. El aula virtual y el aula presencial son lugares de encuentro con los otros y con el saber. Una pedagogía, en tanto acompañamiento a ese aula-lugar de encuentro con el otro y con el saber, es siempre una promesa; algo nuevo se abre allí.
Las tecnologías digitales están, entonces, potenciando la capacidad del acompañamiento y al servicio del encuentro. Sin embargo, si recuperamos las palabras de Georges Gusdorf, hemos de andar con cuidado porque “el magisterio es, antes que nada, responsabilidad asumida”, el trabajo que tenemos es exigido y, también, desafiante cuando “el maestro descubre que tiene almas a su cargo” (2019, p. 156). No es cualquier desafío; compromete la ética. Dice George Steiner (refiriéndose al oficio de enseñar):
No hay oficio más privilegiado. Despertar en otros seres humanos poderes, sueños que están más allá de los nuestros, inducir en otros el amor por lo que amamos; hacer de nuestro presente interior el futuro de ellos: esta es una triple aventura que no se parece a ninguna otra (…) Es una satisfacción incomparable ser el servidor, el correo de lo esencial (…) enseñar, enseñar bien es ser cómplice de una posibilidad trascendente (…). Hemos visto que el Magisterio es falible, que los celos, la vanidad, la falsedad y la traición se inmiscuyen de manera casi inevitable. Pero sus esperanzas, siempre renovadas, la maravilla imperfecta de la cosa, nos dirigen a la dignitas que hay en el ser humano, a su regreso a su mejor yo. Ningún medio mecánico, por expedito que sea; ningún materialismo, por triunfante que sea, pueden erradicar el amanecer que experimentamos cuando hemos comprendido a un Maestro. (2011, p. 173)
Ningún medio mecánico, ninguna tecnología, puede erradicar el amanecer que el oficio de enseñar habilita cuando ese algo puesto sobre la mesa (en términos de Masschelein y Simons, 2014) se nos revela y nos convertimos en herederos de la cultura humana. Los grandes pedagogos han dado cuenta de la experiencia de enseñar en estos términos.