ABF: Si uno recorre la historia cultural, también se podría pensar que los momentos de mayor innovación estética están precedidos y auspiciados por –quien les abre las puertas– algún discurso humorístico. Ya se estudió cómo el arte vanguardista no figurativo en la plástica tiene sus antecedentes en la caricatura. No hubiera sido posible representar con unos pocos rasgos, con unas líneas, sin el auge previo de la caricatura en la prensa del siglo XIX. Y como ocurre con este ejemplo, si uno se ubica en esa perspectiva y mira más atrás, se encuentra con el hecho de que la primera novela moderna fue El satiricón que, como su nombre lo indica, es una sátira picaresca sobre las costumbres de la Roma decadente. Es graciosísima y, además, ya tiene todos los componentes de una novela: hay una trama que es abierta, muchos personajes, hay intrigas, hay desenlace, es decir, tiene una estructura novelesca. Y es de la época de Nerón. Entonces, de alguna manera, estas sátiras menipeas, de las que después se va a hablar en la cultura carnavalesca en sentido bajtiniano (Bajtín, 1987), están abriendo nuevas formas de la literatura. Y la forma moderna por excelencia es la novela. Si uno hace un rastreo va a encontrar que, en todas las manifestaciones, los grandes cambios en la cultura, en los movimientos estéticos, están precedidos… o quien hace la ruptura es el humor, de alguna manera. En eso consiste: jugar con las reglas, con la hegemonía.
IL: Con esa actitud permanente de mostrar los hilos de las cosas, de las marionetas, que tiene, por lo menos, el buen humor; de desnudar las cosas. Si podemos mostrar los hilos, podemos cortarlos y también anudarlos. Ahí empieza la libertad. También, igual, me sigue desvelando si en esta época efectivamente se nos volvió anestesiante el humor o no. Como decíamos recién, no lo sabemos, lo estamos viviendo y quién sabe hasta cuándo se verán los efectos, pero sigo preguntándome si el humor todavía tiene potencial redentor. Veo y sospecho que sí cuando pasan cosas como la de Charlie Hebdo, cuando alguien puede decidir entrar a la redacción de una revista satírica y matar a todos los autores, o cuando veo, salvando las distancias, censuras en revistas de España en momentos clave como la asunción de un nuevo rey, o cuando la Revista Barcelona es condenada aquí por una contratapa. Evidentemente, hay alguien que todavía siente el poder transformador del humor y le tiene miedo, ¿no? Al menos, en algunas circunstancias.
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SG: Un dato que verifica lo que vos aportás es que uno de los lugares, o reductos, de expresión de resistencia en momentos de falta de libertades, de opresión política, de dictadura, han sido las revistas de humor, los medios de expresión humorísticos y, también, otros movimientos culturales como el rock. Entonces, el humor tiene, me parece, esa capacidad disruptiva en relación con un orden. Y lo hemos visto muy claramente en el caso de la revista Humor Registrado.