Las palabras golpean las paredes, las butacas y el pensamiento de quienes las escuchan. Sarmiento habla de Darwin. Sabe que está defendiendo una teoría que hiere las creencias religiosas de muchas personas, pero está dispuesto a proteger las ideas del naturalista inglés, con las que acuerda, y, por ello, refiriéndose a la gran diversidad de peces que habitan en la cuenca del Amazonas, dice con cierto tono de burla:
Debemos suponer que el Criador amaneció muy de buen humor, el quinto día, y miró con ojos muy benignos al Brasil, para echar de una sentada, mil ochocientas especies diversas de peces en el Amazonas, y tan bien disciplinados, que hasta hoy conservan los lugares asignados á cada especie.
Darwin ha simplificado el trabajo, con la explicación de la variabilidad de las formas orgánicas, según sus necesidades y colocación. Es un hecho conocido que lo que lo indujo á sospecharlo, fué un pajarillo, chileno de origen, que encontró en el archipiélago de los Galápagos, el cual sin dejar de ser el mismo, había modificado su pico en corto, largo, grueso ó delgado, según que en su localidad hallaba insectos, semillas, granos, ó nueces duras para comer; bien así como el eucaliptus, único árbol casi de la Australia, y que nos es tan familiar, ha adquirido cien formas, según que el terreno es pantanoso, ó de secano, de valle ó de montaña.
Casi con orgullo, declama por la inspiración que recibió Darwin durante su pasaje por el territorio argentino para desarrollar sus conceptos sobre selección natural y selección artificial. Con el mismo alarde, elogia a los productores que saben aprovechar las ideas transformistas –según las cuales las especies no permanecen fijas, sino que unas derivan de otras a lo largo de millones de años de evolución– para modificar las cualidades del ganado (ovino, bovino o caballar), logrando que los animales tengan ciertas características que les dan valor económico:
Los inteligentes criadores de ovejas son unos Darwinistas consumados, y sin rivales en el arte de variar las especies.
De ellos tomó Darwin sus primeras nociones, aquí mismo, en nuestros campos, nociones que perfeccionó dándose á la cría de palomas, que es en Europa el arte de hacer variedades á merced de la fantasía del criador.
También aquí fué donde vio en los potrillos cintas en las patas, que parecen indicar la descendencia del caballo doméstico, ó su parentesco con la cebra ó el caguar, cintas que después desaparecen. Hay en nuestro país centenares de estancieros, criadores de ovejas y de otros animales.
Sarmiento no quiere que quede duda alguna sobre la importancia de las ideas de Darwin. Siente y comparte la satisfacción de que estas tierras del sur lo hayan inspirado, buscando que, a su vez, nos inspiremos en el trabajo del naturalista inglés para promover nuestro desarrollo económico:
Le hemos dado, pues, ciencia y fama á Darwin, con los fósiles y las crías argentinas; y siguiendo sus indicaciones, se enriquecen nuestros estancieros.
Me parece que hay motivo suficiente para que seamos los Argentinos partidarios de la doctrina del transformismo, pues que nosotros transformamos una variedad de ovejas en otra. Hemos constituido una nueva especie: la oveja argentífera, porque da plata y porque es argentina además.