Schole
NarradoresEdición 1
Sarmiento y su reconocimiento al gran naturalista del Beagle
Eduardo Wolovelsky 17 mayo, 2019

Siente que su época es singular, y no solo por las ideas de Darwin, sino por todo el avance de la ciencia y, en particular, de la biología que, sabe, le va a permitir a los médicos actuar sobre los microorganismos patógenos. Conoce el trabajo del cirujano inglés Joseph Lister, quien introduce la antisepsia y la desinfección en los quirófanos. También sabe de Pasteur que, un par de años más tarde, probará la efectividad de la vacuna contra la rabia sobre el niño Joseph Meister. Y, aunque no lo pudo conocer porque es un hecho ocurrido tras su muerte, los médicos alemanes Emil von Behring y Paul Ehrlich le dan lugar a su voz al curar la difteria, mal del cual morían decenas de miles de niños por año. Recordemos las palabras de Sarmiento sobre la ciencia de su época, para decidir si aún en la nuestra, tan distinta y vertiginosa, siguen teniendo valor:

Asistimos en esta época, á un período de observaciones profundas y de extensas meditaciones, afanándose el hombre en dar expresión á las leyes en virtud de las cuales la naturaleza, la sociedad y la vida misma funcionan y existen. Se hacen grandes, aunque no del todo fecundos esfuerzos, para escudriñar los secretos de la mente humana, y se reconstruye, piedra sobre piedra, la filosofía de la historia; pero las investigaciones más sagaces y profundas, tienen por campo las infinitas manifestaciones de la naturaleza, donde Darwin y sus discípulos han abierto nuevas y desconocidas rutas.

En las ciencias biológicas, se ha llegado á la aplicación de métodos perfeccionados de observación y experimentación, y al empleo de las medidas exactas de la física experimental para las investigaciones fisiológicas. Las que se refieren á la teoría de la generación espontánea, han dado su importante contingente al progreso de las ciencias médicas, descubriéndose que la aparición, en apariencia espontánea, de organismos minúsculos, proviene en gran parte de gérmenes suspendidos en la atmósfera, y pudo encontrarse el ácido fénico para destruir los innumerables gérmenes que el aire deposita en las heridas y traen la putrefacción. M. Pasteur sigue explorando este nuevo camino abierto á la observación.

Se ha reconocido igualmente que muchas enfermedades provienen de la multiplicación excesiva de organismo microscópicos, y debe esperarse que se encontrarán los medios de destruir sin perjudicar al enfermo, esos pequeños y terribles enemigos.

Como toda conferencia, la de Sarmiento debe tener un fin y la suya concluye con palabras grandilocuentes, excesivas, riesgosas y sesgadas por el prejuicio. Es un canto desmesurado a una cultura, a solo una parte de la humanidad, a algunos de los hombres y mujeres de su tierra, no a todos; es a esos que él llama una nueva raza americana y que, supone, solo se construirá con la herencia de quienes llegan del otro lado del mar y no con los aportes de los hombres y las mujeres de aquí.

Las palabras de Sarmiento no resuenan para que esculpamos de él una inmaculada escultura ni para que lo condenemos al olvido y al desprecio. Se mantienen para que pensemos, desde el pasado del cual surgen, el mundo que deseamos… ¿Más justo? Porque todos declamarán desear los más grandes logros de justicia para la humanidad, pero la historia nos obliga a la sospecha.

Escuchemos, entonces, con atención las últimas palabras de Sarmiento en su homenaje a Darwin:

Al tributar á la memoria de Darwin el homenaje de la gratitud de esta parte de la humanidad, por el bien que nos lega con sus rectificaciones y descubrimientos, creo que debemos una mención honorable á los que en otros ramos han levantado en esta América una punta del velo de la misteriosa Isis de la verdad científica (…).

Estímulo y gloria á los trabajadores de toda nuestra América, para ayudar al progreso de la ciencia humana, hasta que por el Mississipi, el Amazonas y el Plata, como el triunvirato del activo movimiento moderno, descienda al viejo Océano, una nueva raza americana, armada de máquinas para suplir su falta orgánica de garras y vibrando el rayo que ha hecho suyo, devuelva á la vieja Tierra, su madre, en instituciones libres, en pasmosas aplicaciones de las ciencias al trabajo, los rudimentos que elaboraron egipcios, griegos, romanos y sajones para nosotros y nos trajeron puritanos y castellanos.



Es biólogo (UBA), docente y escritor.
Editó y realizó diferentes trabajos en el campo de la divulgación de las ciencias, la pedagogía y el cine. Entre ellos, se destacan: “El descubrimiento de las bacterias y el experimento 606” (2003), “El medio interior. La experimentación con animales” (2006), “¡Eureka! Tres historias sobre la invención en la ciencia” (2008), “Iluminación. Narraciones de cine para una crítica sobre la política, la ciencia y la educación” (2013), “El siglo maravilloso. Al filo de la Gran Guerra. Memorias de la última centuria” (2016), “Voyager. El mensajero de los astros” (2017), “Frankenstein. La creatura” (2019) y “Obediencia imposible. La trampa de la autoridad” (2021).
Además, coordinó diferentes programas sobre la enseñanza y el conocimiento público sobre la ciencia.