La guerra de los mundos
Lecturas en torno al sentido de la narración y al significado de la historia
Un suceso sin tiempo
¿Cuándo ocurrió? Habrá sido a fines del siglo XIX, tal como se relata en el primer escrito que conocemos sobre el tema o, quizás, aconteció a mediados del siglo XX, según pudo oírse alguna vez. ¿Sucederá en el futuro? Así lo predice otra obra que intenta alertarnos sobre la cuestión. Por increíble que parezca, todas estas posibilidades parecen ser ciertas. Si es verdad que todo esto aconteció, o habrá de suceder, no lo sabemos con precisión; tampoco dónde fue o será. Pareciera ser que ocurrió en Londres, pero puede que haya sido en Nueva York o Buenos Aires. Es posible que, de acontecer en el futuro, abarque al mundo entero.
Queda otra cuestión. Conocemos a quienes nos dijeron que en el pasado algo había sucedido. Pero de ocurrir en el futuro, ¿quién nos lo dirá? ¿Será la doctora Catherine Durand del proyecto METI?
La advertencia
Desde la más remota antigüedad, los hombres de diferentes pueblos y culturas han estudiado la regularidad del movimiento de los astros buscando allí un cierto sosiego, una particular forma del inmutable sentido de lo eterno. Tal vez lo han hecho porque el mundo que habitan no está en calma. La Tierra se agita continuamente bajo el ritmo de las luchas fratricidas, del caos por el dominio y la explotación, del deseo por la conquista. Como en épocas de antaño, los habitantes del mundo decimonónico también observaron el cielo para sentir la imperturbable certeza de lo que permanece. Sin embargo, algo distinto estaba ocurriendo mientras la centuria llegaba a su fin…
En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él; que mientras los hombres se ocupaban de sus cosas eran estudiados quizá tan a fondo como el sabio estudia a través del microscopio las pasajeras criaturas que se agitan y multiplican en una gota de agua. Con infinita complacencia, la raza humana continuaba sus ocupaciones sobre este globo, abrigando la ilusión de su superioridad sobre la materia. Es muy posible que los infusorios que se hallan bajo el microscopio hagan lo mismo. Nadie supuso que los mundos más viejos del espacio fueran fuentes de peligro para nosotros, o si pensó en ellos, fue sólo para desechar como imposible o improbable la idea de que pudieran estar habitados. Resulta curioso recordar algunos de los hábitos mentales de aquellos días pasados. En caso de tener en cuenta algo así, lo más que suponíamos era que tal vez hubiera en Marte seres quizá inferiores a nosotros y que estarían dispuestos a recibir de buen grado una expedición enviada desde aquí. Empero, desde otro punto del espacio, intelectos fríos y calculadores y mentes que son en relación con las nuestras lo que éstas son para las de las bestias, observaban la Tierra con ojos envidiosos mientras formaban con lentitud sus planes contra nuestra raza. Y a comienzos del siglo veinte tuvimos la gran desilusión.1
¿Qué era lo que sucedía? ¿De qué nos alertaba H. G. Wells? Sin duda, La guerra de los mundos es una crítica al colonialismo europeo y a la visión de superioridad étnica que lo acompañó. Pero la novela no reprueba este dominio sin más. Reconoce que fue posible por la evidente superioridad técnica de esa parte del mundo y, por ello, no ha dejado de ser crítico con la idea de que el progreso tecnológico implica per se un hecho virtuoso para la condición humana. ¿Y si unos alienígenas con mayor capacidad técnica fuesen capaces de estudiarnos y dominarnos?
1. Wells, H. G. (2005). La guerra de los mundos. Librosenred, p. 7. [Primera edición: 1898]
La observación del genial escritor inglés sobre los riesgos de la soberanía tecnológica del mundo europeo pasó sin más. En último término, la amenaza solo era un acto de la ficción literaria, una gran aventura para el divertimento de algunas mentes inquietas que no podía cuestionar al viejo mundo sumergido en el glamour de la belle époque.
Sin embargo, la advertencia no resultó vana, solo que la amenaza no estaba afuera, sino en el interior. Fue la Gran Guerra, que se desataría años después, la cabal demostración de la ilusión con la que se vivía en el Viejo Mundo mientras se cerraba un siglo y se inauguraba el siguiente. Europa no necesitó de ninguna cultura marciana agonizante que la atacase para quitarle sus recursos. Fue su desmesura colonialista la que la desmembró desde sus propias entrañas. En su momento, nadie quiso responder la pregunta de Wells: ¿y si nos hicieran lo mismo que nosotros le hacemos a otros pueblos y culturas a los que juzgamos inferiores solo porque tenemos la capacidad técnica de hacerlo? La cuestión sigue vigente porque en su raíz más profunda, La guerra de los mundos lleva un severo cuestionamiento hacia la hýbris de una cultura que cree tener el dominio de la vida humana bajo los logros de su ciencia y su tecnología. Era inevitable, entonces, que la historia resurgiera una y otra vez bajo nuevas formas de expresión para advertir sobre esta ilusión.
La radio
Tras los “dorados años locos” de la década de 1920, llegó la Gran Depresión que allanó el camino para el ascenso del nazismo al poder. El fantasma de la guerra desplegaba nuevamente sus alas para cubrir al Viejo Continente. Sobre este panorama político, la novela de H. G. Wells tenía algo que decir, aunque esta vez lo haría desde el otro lado del Atlántico. El 30 de octubre de 1938, Orson Welles y el Mercury Theatre On The Air hicieron una famosa transmisión radial donde el drama de la invasión marciana se revela a través de súbitos informes que interrumpen la emisión de un programa musical. En el comienzo de la transmisión, y a modo de introducción, escuchamos a Orson Welles diciendo estas palabras premonitorias:
Fue en el año 39 del siglo XX cuando llegó la gran desilusión. A finales del mes de octubre sucedió lo inesperado. El miedo a la guerra se había alejado. Las personas encontraban trabajo nuevamente y las ventas se disparaban. Era la noche del 30 de octubre, y la agencia de noticias Crossley estimó que unos treinta y dos millones de personas en todo el país tenían, en ese instante, conectada la radio…2
Poco después de esta alocución, comenzaba la función: la emisión de un magazine musical que no era otra cosa que el escenario en el que se iba a desarrollar La guerra de los mundos.
2. La guerra de los mundos, por Orson Welles, subtitulado al español. Disponible en el siguiente enlace [consultado el 2 de febrero de 2021].
Tras el informe meteorológico de rigor, la transmisión se desplazó hacia el hotel Meridian Plaza, en la ciudad de Nueva York, para escuchar “La cumparsita” interpretada por Ramón Raquello y su orquesta. Luego de los primeros acordes, se interrumpe la música para dar un boletín urgente:
Señoras y señores: interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticias de última procedente de la Intercontinental Radio News. A las ocho menos veinte, hora central, el profesor Farrell del Observatorio Mount Jennings de Chicago, Illinois, comunica que se han observado en el planeta Marte algunas explosiones de gas incandescente que se suceden a intervalos regulares. El espectroscopio revela que se trata de hidrógeno y que este gas se dirige en dirección a la Tierra con enorme rapidez. El profesor Pierson, del Observatorio de Princeton, confirma las observaciones del profesor Farrell y describe este fenómeno como si se tratara de llamarada de color azul disparadas por un arma de fuego. Continuaremos informando…3
Pocas dudas caben de que esta representación radial reveló la potencia de los medios de comunicación para inducir estados de ánimo en la población; en particular, su capacidad para promover el terror en un mundo que se siente al borde del abismo. Sin duda, los periódicos colaboraron a posteriori para crear todo un mito sobre este suceso, pero, a juzgar por el colapso en las líneas telefónicas durante la emisión radiofónica, el pánico se difundió de manera significativa entre una población que tomó como veraz la puesta en escena de la obra de H. G. Wells. De hecho, el programa comenzaba con un aviso sobre el año por venir, 1939. Recordemos que el 1 de septiembre el ejército alemán invadió Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.
3. Ibídem.
Han pasado noventa años desde aquella transmisión de la cadena CBS, y la cuestión de los medios se ha vuelto en exceso problemática. Solemos asociarlos a la libertad de expresión, pero, paradójicamente, las redes sociales y la propia lógica de internet parecen estar erosionando la posibilidad del conocimiento y del librepensamiento, promoviendo una lectura narcisista del mundo y dificultando la posibilidad de reconocer una realidad que, más allá de las propias percepciones, impone límites. También es cada vez más difícil reconocer en el otro no las diferencias, sino una raíz común.
La guerra fría
En 1953, la guerra de Corea llegaba a su final. Sin embargo, para el ejército norteamericano no sería el fin de las contiendas en los farragosos campos de batalla que el armamento moderno tornaba cada vez más difícil. Aquel año hubo un nuevo enemigo del cual ocuparse, uno que gracias a su poder tecnológico era inmune a las bombas atómicas. Este conflicto, a diferencia de los ocurridos con anterioridad, tuvo la particularidad de ser filmado en Technicolor. La guerra de los mundos, de la productora Paramount, fue una de las primeras realizaciones de ciencia ficción que se destacó por lo que llamamos efectos especiales. La película dirigida por Byron Haskin intentó mantenerse dentro de algunos hitos característicos definidos por la narración de H. G. Wells. A pesar de ello, su sentido se vio trastocado por el tema que importaba: la Guerra Fría y la “penetración comunista”. De hecho, la invasión marciana involucra a todo el planeta, a una humanidad luchando con los alienígenas, a excepción de los países del bloque soviético, que jamás son nombrados ni mostrados en los mapas. Por supuesto que el relato, en su zona más profunda, poco tiene que ver con el de H. G. Wells, pero toda obra vive a lo largo de la historia asumiendo significados que incluso parecen contradecirse con su sentido primigenio. Es interesante, por ello, comparar el final de la película con el de la novela. En ambos casos, los marcianos mueren infectados por bacterias terrestres. En el film, las personas salen de la iglesia, se escuchan campanas y una voz en off dice:
Los marcianos no tenían resistencia a las bacterias de nuestra atmósfera a las cuales nosotros nos habíamos vuelto inmunes. Una vez respirado nuestro aire, gérmenes que no nos afectan empezaron a atacarlos. Su fin fue repentino. En todos los rincones de la tierra, sus máquinas paraban y caían. Todos los inventos del hombre habían fallado. Los marcianos fueron destruidos y la humanidad fue salvada por los más pequeños seres que Dios, en su sabiduría, había creado en nuestro mundo.4
4. The War of the Worlds, de Byron Haskin (1953).
En la novela solo se hace referencia a Dios como una expresión común, porque la explicación de lo sucedido se enmarca dentro de la teoría darwiniana de la evolución. Tras el fin de la amenaza, el narrador nos cuenta que:
Un momento más y había trepado a la muralla de tierra. Ya tenía a mi vista el enorme reducto. Era un espacio muy grande y había en él máquinas gigantescas, altas pilas de materiales y extraños refugios. Y diseminados por todas partes: algunos en sus máquinas de guerra derribadas; otros en las máquinas de trabajo, ahora inmóviles, y una docena de ellos tendidos en una hilera silenciosa, se hallaban los marcianos…, ¡todos muertos! Destruidos por las bacterias de la corrupción y de la enfermedad, contra las cuales no tenían defensas; destruidos, como le estaba ocurriendo a la hierba roja; derrotados —después que fallaron todos los inventos del hombre— por los seres más humildes que Dios, en su sabiduría, ha puesto sobre la Tierra. Había sucedido lo que yo y muchos otros podríamos haber previsto si no nos hubiera cegado el terror. Los gérmenes de las enfermedades han atacado a la humanidad desde el comienzo del mundo, exterminaron a muchos de nuestros antecesores prehumanos desde que se inició la vida en la Tierra. Pero, en virtud de la selección natural de nuestra especie, la raza humana desarrolló las defensas necesarias para resistirlos. No sucumbimos sin lucha ante el ataque de los microbios, y muchas de las bacterias —las que causan la putrefacción en la materia muerta, por ejemplo— no logran arraigo alguno en nuestros cuerpos vivientes.
(…)
Debo confesar que el peligro y las penurias sufridas han dejado en mi mente la duda y el temor a la inseguridad.5
Tal vez esta última frase revele, tal como lo referimos, uno de los más poderosos pensamientos insertos en la obra de Wells: la crítica a la desmesura tecnológica y al control que nos promete. En la película, con cierta perversión, se reniega de esta crítica para entregar nuestra seguridad a las instituciones religiosas.
Como una obra literaria tan significativa no puede dejar de girar, la dirigida por Haskin no fue la última película. En 2005, Steven Spielberg filmó una versión tan torpe con un actor tan incapaz que preferimos dejarla a un costado. Es más interesante que le dediquemos nuestra atención a las dos series que se produjeron en el año 2019.
5. Wells, H. G. (2005). La guerra de los mundos. Librosenred, p.147.
Las guerras de los mundos
La primera de ellas es una producción de la BBC que, al día de hoy, es la única realización audiovisual que ubica los acontecimientos en la misma época en la que lo hace la novela. No es una decisión menor porque indica lo innecesario de modernizar el relato con los descubrimientos del siglo XX para que la historia mantenga su vigencia. De hecho, ninguna de las versiones ubicadas en el mundo contemporáneo a su fecha de realización –la de Haskin y la de Spielberg– tienen los logros estéticos por la atmósfera desoladora que llega hacia el final de la invasión en esta última producción. Aquí se siente con intensidad el agobio de la conquista marciana, el humo negro que lo tiñe todo, la tierra que se vuelve rojiza y yerma. Una destrucción sin precedentes que desnuda la impotencia de los seres humanos por hacer algo. Es una lucha por sobrevivir con la esperanza de encontrar un camino. Como sucede en la novela, no es el ingenio humano el que abre la posibilidad de restaurar la vida, sino la esperanza, la resistencia y la pelea frente al infortunio. Aquí también los marcianos sucumben por los azares de la biología terrestre y lo hacen en un tiempo acotado. La miniserie dura tres episodios, aunque, para tener la fuerza necesaria, esta historia debió estar condensada en dos capítulos. Destacamos esta cuestión porque este es un momento en que las realizaciones se extienden capítulo tras capítulo y temporada tras temporada alargando los relatos con condimentos sosos solo para “ganar” tiempo de consumo por parte de los espectadores.
La segunda serie es una realización de Canal+ y Fox. Su comienzo es interesante: se ubica en un futuro próximo donde las primeras señales de la invasión alienígena se reciben a través del programa METI (Messaging Extraterrestrial Intelligence) que dirige la doctora Catherine Durand. En esta versión, no es claro si lo que sucede se debe a los alienígenas o a los propios humanos, lo que transforma al soliloquio del inicio en algo interesante y con diferencias significativas respecto de los otros comienzos, incluso del de la novela:
Cuando pienso en aquel día, me vienen a la cabeza pequeños detalles: cosas que dije, la cara que ponía la gente… Querían borrarnos de la faz de la Tierra y no entendíamos por qué. Después de tantos siglos de crueldad sin sentido, quizá no debería habernos sorprendido, ¿no? ¿De verdad somos tan distintos? Hay maldad en el interior de todos nosotros.6
6. War of the Worlds, creada por Howard Overman (2019-).
Pero este comienzo no encuentra eco en la historia que continúa con poca o ninguna relación con el relato de H. G. Wells. La narración se va perdiendo en una serie de conflictos personales que se extienden para completar ocho capítulos y abrir así la puerta a una segunda temporada. Este parece ser el único sentido de lo que se cuenta: lograr mantener cautivos a los consumidores. Esta reflexión, sobre una narración que no llega a serlo, hace que debamos considerar dos comentarios realizados por Byung-Chul Han. En su obra La desaparición de los rituales, afirma:
Hoy la percepción simbólica desaparece cada vez más a favor de la percepción serial, que no es capaz de experimentar la duración. La percepción serial como captación sucesiva de lo nuevo no se demora en ello. Más bien se apresura de una información a la siguiente, de una vivencia a la siguiente, de una sensación a la siguiente, sin finalizar jamás nada. Las series gustan tanto hoy porque responden al hábito de la percepción serial. En el nivel del consumo mediático la percepción visual conduce al binge watching, el atracón de televisión o el visionado bulímico. La percepción serial es extensiva, mientras que la percepción simbólica es intensiva. A causa de su carácter extensivo, la percepción serial presta una atención plana. Hoy la intensidad deja paso en todas partes a la extensión. La comunicación digital es una comunicación extensiva. En lugar de crear relaciones, se limita a establecer conexiones.7
Por otra parte, en su libro Por favor, cierra los ojos, complementa estas ideas de la siguiente forma:
Se da una conclusión cuando el principio y el final de un proceso ofrecen una conexión con sentido, cuando están enlazados entre sí. Así la narración es una conclusión. (…)
…Hoy la percepción es incapaz de conclusión, pues hace zapping a través de una red digital sin fin. El rápido cambio de imágenes imposibilita cerrar los ojos, pues esto presupone una demora contemplativa. Las imágenes están construidas hoy de tal manera que no es posible cerrar los ojos. Entre ellas y el ojo se produce un contacto inmediato, que no admite ninguna distancia contemplativa. La coacción a la permanente vigilia y visibilidad dificulta cerrar los ojos. La transparencia es la expresión de la hipervigilia e hipervisibilidad.8
7. Han, Byung-Chul (2016). La desaparición de los rituales. Barcelona: Herder, pp. 9-10.
8. Han, Byung-Chul (2016). Por favor, cierra los ojos. Barcelona: Herder, pp. 4-5.
Nieve en Buenos Aires
La rueda gira una vez más. En Buenos Aires, el relato de La guerra de los mundos vuelve en forma de una inusual historieta. El Eternauta9 propone una historia que se desarrolla en un tiempo que no es ni lineal ni circular. Más bien se parece a un tiempo que se ramifica, pero donde cada brazo puede entrecruzarse con cualquier otro. Por ello, es un relato sobre el intento de torcer el destino. Una nevada extraordinaria sobre Buenos Aires es el indicio de que una invasión ha comenzado sobre la capital de Argentina. La devastación que se provoca es enorme, también lo es la muerte. ¿Sería posible cambiar estos sucesos, torcer la fortuna regresando al pasado? El eternauta es el viajero en el tiempo que intenta desafiar la propia historia. Se nos formula aquí una pregunta fundamental acerca del devenir humano, ¿es un destino impuesto, un fin inevitable?, ¿o es la consecuencia de una acción que puede modificar lo que parece dado?
9. Oesterheld, H. G. y Solano López, F. (1957-59). El Eternauta. Buenos Aires: Frontera.
La guerra de los mundos, ¿ha sucedido? Tenemos el sosiego de saber que si tal cosa ocurrió fue solo en la ficción. Pero ¿sucederá en el mundo real?