Schole
MiradasEdición 2
1919. La Semana Trágica. “Pesadilla” (Parte II)
Revista SCHOLÉ 19 agosto, 2019

Hace 100 años

La huelga

El 3 de diciembre de 1919 se inicia en los talleres Vasena, en aquel entonces la empresa metalúrgica más importante del país, una huelga en protesta por las duras condiciones laborales que incluyen jornadas de trabajo de once horas. Poco a poco la situación se hace más y más tensa. En diferentes momentos se dispara contra los huelguistas. Con el inicio del año también crece la tensión, hasta que el día 7 de enero estalla una feroz represión con armas de fuego que provoca la muerte de varios obreros. La violencia, ejecutada por fuerzas policiales y parapoliciales, toma las calles. Los dramáticos sucesos que ocurrirán durante la siguiente semana quedarán registrados en una obra publicada en yiddish, bajo el título Koshmar (Pesadilla). Hemos transcripto, en un artículo previo, las palabras con las que Pinie Wald relató los sucesos de los primeros tres días.

En el cuarto día, la narración da un giro: su autor es detenido.

1919. La semana Trágica. Pesadilla (Parte II)

Día 4

“Apenas pude sobrevivir a esa noche de pesadilla. Pero la vida continuaba en ese día de verano”. Con estos pensamientos, Pinie Wald inicia una nueva jornada, tensa y angustiante. Poco después, es apresado junto a Rosa Weinstein. De esta forma, lo relata en su crónica:

Diez de enero

Por la mañana decidí salir a la calle. Me acompañaba la señora Weinstein. […]
Nos dirigimos al Avangard en la calle Ecuador.
En la calle cerca de las ventanas, todavía estaba el montón de ceniza negra, restos de los objetos y enseres quemados. Entramos en la casa, al local de la organización. No quedaba allí otra cosa que las paredes desnudas. En un lugar alejado, en el patio, permanecía sentada la dueña, sus hijas y, junto a ellas, Maschevitch. Nos acercamos y escuchamos lo que estaba contando la dueña, con lágrimas en los ojos:
–Pensé que me estaba volviendo loca. De pronto, estalló la puerta e irrumpieron los hombres de la “guardia blanca”; amenazaban con matarnos. Me envolvió una oscuridad, me desmayé y, cuando volví en mí, todo el local ya estaba roto, hecho pedazos, quemado; cuando la “guardia” se fue, llevó consigo dos banderas rojas. […]
Al salir, no advertimos ninguna presencia sospechosa. Íbamos por Corrientes puesto que nuestra intención era dirigirnos hacia Bermejo para enterarnos de lo que había pasado allí, pero de pronto oímos la orden:
–¡Caminen derecho!
Era un oficial del ejército que avanzaba desde atrás y estaba a dos pasos de nosotros.
–Están arrestados –informó.
En Corrientes y Pueyrredón se encontraba apostada una numerosa pandilla de infantería. Al frente estaba un oficial con un grupo de “guardias blancos”. Nos entregaron, precisamente, a este oficial, quien –durante unos minutos– dialogó cuchicheando con el otro.
De pronto, introdujo su mano en mi bolsillo y sacó mis carnets de Di Presse1 y de la revista Avangard, como también mi libreta de ciudadano argentino.
–¡Son documentos importantes…! –dijo. Llamó a tres soldados, le dio al mayor de ellos los documentos y algo le comentó en voz baja.
Fuimos llevados a la comisaría séptima. […]
El día había sido largo y penoso, pero, con todo, era el día. En nuestra cámara de cemento teníamos medio metro de un reflejo opaco de luz; a través de las rejas, por encima del portón alto y negro. Al fin, era una insinuación de que el día existía.
Ahora estábamos sentados, sumidos en la oscuridad. La noche comenzaba en aquel lugar antes que afuera. Recién cuando la oscuridad se hacía muy densa se encendía en el patio una lámpara, cuyo pálido reflejo llegaba al interior de la celda a través de las rejas y se detenía en la parte superior de la pared izquierda. […]
Las horas del día transcurrieron lentamente, pero mucho más largas, diría interminables, eran las de noche. Durante el día oíamos, por lo menos, el chirrido del cerrojo. De noche, la puerta quedaba inmóvil, como si se hubiese congelado. Todo se confundía con un bloque de penosa oscuridad.2


1. Periódico publicado en yiddish en la ciudad de Buenos Aires entre los años 1918 y 1994. El 9 de julio de 1977, este diario edita en forma de suplemento la publicación Nueva Presencia. Dirigido por Herman Schiller, se transformará, en plena dictadura cívico-militar –junto con la revista Humor–, en uno de los principales medios periodísticos de oposición y denuncia, en particular en lo referente a la desaparición de personas.

2. Wald, P. (2019). Pesadilla (Diario de lucha de la Semana Trágica). Buenos Aires: 90 Intervenciones, pp. 24-28. (Primera edición: 1929).