Rescate
Un día más, otra indistinta jornada. Hacía dos años que estaban aislados en tierras antárticas y la única posibilidad de escape no estaba en sus manos. El clima era el esperado y todos realizaban las mismas tareas que rutinariamente marcaban sus vidas, como si estuviesen en un lugar común en el cual lo extraordinario no pudiera suceder. Pero aquel 8 de noviembre de 1903 sí ocurrió algo distinto; un hecho excepcional y tan sorpresivo que transformaría la ocasión en un momento único: alguien había visto personas que venían del noroeste. Poco después no quedaban dudas, un barco argentino -digno, añejo y a la vez reconstruido para navegar en aguas antárticas- había llegado para rescatar a los expedicionarios. Sobral, que había sido extranjero hablando una lengua que no era la propia, escribió sobre la llegada de la Corbeta Uruguay:
Fue un momento indescriptible, indefinible, yo lo he sentido pero no lo puedo referir; lo que puedo decir es que en esos momentos me sentí orgulloso de mi patria, me sentí orgulloso de ser compañero de esos que hasta allí fueron con la Uruguay, y si de mis labios no salió el más estruendoso hurra jamás oído por los hielos ni por los hombres, fue regocijo, para otros naturalmente implica mucho menos y cuando hay diferencia de sentimientos, la expresión de uno de ellos choca al otro. Yo no tengo la seguridad de que eso sucediera en el ánimo de mis compañeros, pero creo que es lo lógico y natural que pase (…). Yo sufriría lógicamente una decepción al recibir socorro de extranjeros esperándolo de los de mi país. *
* Palabras textuales del libro del alférez José María Sobral, Dos años entre los hielos, editado en Buenos Aires, 1904.
Solo unas horas después se dio otro turbador suceso. El capitán Larsen y seis tripulantes sobrevivientes del hundimiento del Antarctic llegaron a Cerro Nevado. Habían pasado el invierno en la pequeña isla Paulet, donde aún aguardaban al resto de los marinos sobrevivientes.
Finalmente, y tras intensos preparativos para embalar todo el material, la Corbeta Uruguay partió con la intención de recoger a los tripulantes faltantes y de despedir a Ole Wennersgaard, el único marino muerto durante la sorpresiva invernada en la isla Paulet. El regreso al continente americano no fue sin accidentes. La Uruguay debió sortear un duro temporal que la dañó significativamente pero que, de todas formas, no impidió su conmovedor arribo, primero, a Río Gallegos y, más tarde, al puerto de Buenos Aires.
Una accidentada y notable expedición había concluido con éxito, abriendo la imaginación de hombres y gobernantes hacia el mundo polar. Un año después, con la compra del observatorio en las islas Orcadas, la Argentina iniciaba su estancia permanente en suelo antártico.