Al respecto, la investigadora Marina Tomasini (2017) dice:
Bajo esta denominación se alude por lo general, a la violencia que padecen las mujeres. La misma ha ganado reconocimiento como problema social en importantes sectores formadores de opinión pública, como los medios de comunicación y las comunidades políticas, religiosas y científicas. Sin embargo, es frecuente que la violencia de género se asocie a las agresiones físicas que reciben mujeres, en el marco de sus relaciones de pareja, en espacios considerados como “privados”. Se focaliza así en las relaciones interpersonales y en los actos cuyos efectos son observables físicamente. En otras situaciones cotidianas, son menos visibles aunque también son ámbitos de la vida social, en los cuales muchas mujeres son maltratadas, humilladas, abusadas, menospreciadas e inferiorizadas: uno de esos espacios es la escuela. (p. 97)
Estos tipos de violencias han sido histórica y culturalmente invisibilizadas en el marco de una sociedad patriarcal donde resultan “naturales” las prácticas de subordinación y del ejercicio asimétrico del poder. Hasta no hace mucho tiempo, estas violencias se consideraban “un asunto puertas adentro”, ya que no eran explícitos los lazos colectivos y sociales que dañaba y daña y, por lo tanto, no existía el compromiso de la sociedad para apropiarse del tema ni había una legislación que se ocupara de ello.
Gracias a la enorme visibilidad que alcanzaron en los últimos años los movimientos de mujeres e identidades disidentes y al estallido social del movimiento “NiUnaMenos”, paulatinamente, estos asuntos fueron puestos en la agenda social teniendo gran incidencia en el delineamiento de políticas públicas que abordan estas problemáticas como verdaderos “problemas públicos”.
Si bien se ha avanzado en legislaciones, en instrumentos, en la creación de nuevas dependencias y en el fortalecimiento de otras, es imprescindible desarrollar nuevas estrategias de prevención de las violencias de género que vinculen al Estado con los actores y espacios en los que mujeres y –particularmente– identidades disidentes se interrelacionan e interactúan en sus vidas y dinámicas cotidianas como son los centros de salud, las escuelas, los centros infantiles y otros grupos y organizaciones sociales.