Los jóvenes que se acercan al PIT vienen con historias familiares, sociales y escolares en las que aparecen marcas de una identidad en las que nada, o poco, luce pulido, liso, brilloso. Creo que no es exagerado decir que, por el contrario, estos jóvenes nos muestran todas las roturas, los quiebres, las rugosidades y fealdades que los seres humanos somos capaces de producir. Viven situaciones de violencia, delito, adicciones, exclusiones. En estas historias sobra abandono. Están como la Pulgarcita de Serres (2013): desnudos, sin lazo. Andan sueltos, como un átomo sin valencia. Podrán decirme: “Como todos lo estamos en esta época…”. Sí, pero quizás un poco más. Sus historias narran que a sus padres ya les resultó difícil –cuando no imposible– construir lazo social, laboral, familiar, escolar.
Llegan acá cuando ya han intentado muchas veces. En las escuelas de las que vienen (porque muchos han ido a varias) les han dicho que no podían, que no se adaptan al sistema, que no llegan a los estándares requeridos; y son aplazados una y otra vez. Ellos no encajan, no entran en el modelo de estudiante que el sistema ha construido para transitar exitosamente la escolaridad.
Victoria, Rodrigo y Paloma coordinan el PIT 1. Ellos me cuentan su experiencia en el programa. Hace años que trabajan juntos; fueron profesores, coordinadores de sede y ahora están en la coordinación general. Hablan pausado, como buscando en esa historia (que no es muy larga, pero sí –se percibe– densa, muy cargada de sentido) aquello que quieren contar, aquello que los ha marcado. Quieren contar lo que hacen y lo que quieren hacer, lo que desean; lo que sienten que es su responsabilidad. Me cuentan que el “PIT es como una promesa, ellos (por los jóvenes) creen que es su oportunidad, nosotros tenemos que cumplir”. Agregan:
1. Victoria comenzó a trabajar en el PIT como profesora, después coordinó uno y, desde 2016, es la coordinadora provincial del Programa. Rodrigo y Paloma también fueron profesores del PIT y se incorporaron como equipo técnico de la coordinación en el 2016.
Hay que escucharlos. El PIT, políticamente, es eso, la expresión de una escucha, abierta y dispuesta a hacer algo a partir de allí. Si vos hablás con ellos y les preguntás qué encontraron en el PIT, te van a decir, en primer lugar: “Acá nos escuchan”. Y eso es así. Por ejemplo, a los egresados nosotros siempre les preguntamos: ¿por qué pudieron terminar acá la escuela? Y la primera respuesta es esa: “Acá nos escuchan”. Los escuchamos, los recibimos, queremos que vengan, que se queden, los vamos a buscar y, más que nada en el mundo, queremos que aprendan. Nos preocupamos por enseñar, por enseñar de tal modo que resulte posible el aprendizaje. En eso estamos todavía, ¿no? Tratando de ver cómo, qué hacemos cuando enseñamos.