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Una reseña donde dialogan Pinker y Harari
Revista SCHOLÉ 20 diciembre, 2018

Una de las obras más interesantes sobre las “fuerzas benevolentes de la modernidad” es el trabajo del sociólogo polaco Zygmunt Bauman que Pinker en su escrito desecha sin más. En su obra Modernidad y holocausto, sostiene que:

Acaso el fracaso más espectacular fue el de la ciencia, en tanto conjunto de ideas y como red de instituciones para la mejora de los conocimientos y la educación. El mortífero potencial de los logros y principios más reverenciados en la ciencia moderna quedó al descubierto. Desde sus mismos comienzos, la ciencia defendió la libertad de la razón por encima de las emociones, de la racionalidad por encima de las presiones normativas y de la efectividad por encima de la ética. Una vez logradas estas libertades, sin embargo, la ciencia y las formidables aplicaciones tecnológicas que había producido se convirtieron en dóciles instrumentos en manos de un poder sin escrúpulos. (Bauman, 2006, p. 134)

Por excesivas, ásperas e injustas que sean estas reflexiones, son un contrapeso que nos obliga a mirar con cierto cuidado la historia reciente, la misma que Pinker parece obviar en su pintura de los tiempos actuales y futuros porque imagina que el devenir es una realización teleológica del ideal del progreso. Aunque el texto 21 lecciones para el siglo XXI no hace una referencia particular al siglo XX, sí se detiene en una cuestión que es relevante como respuesta a los juicios hechos en la obra En defensa de la Ilustración:

En 1938 a los humanos se les ofrecían tres relatos globales entre los que elegir, en 1968 solo dos y en 1998 parecía que se imponía un único relato; en 2018 hemos bajado a cero. No es extraño que las élites liberales, que dominaron gran parte del mundo en décadas recientes, se hayan sumido en un estado de conmoción y desorientación. Tener un relato es la situación más tranquilizadora. Todo está perfectamente claro. Que de repente nos quedemos sin ninguno resulta terrorífico. (Harari, 2018, p. 23)

Puede que por esta razón Steven Pinker nos ofrezca, como corolario de su extenso análisis sobre el mundo contemporáneo y en defensa de la “razón”, el “humanismo”, la “ciencia” y el “progreso”, una narración épica de la cual afirma que “no es un mito más porque los mitos son ficciones pero esta historia es verdadera”:

Nacemos en un universo despiadado, con pocas probabilidades de lograr un orden que haga posible la vida y en constante peligro de desmoronarnos. Nos ha modelado una fuerza que es implacablemente competitiva. Estamos hechos de madera torcida, somos vulnerables a las ilusiones, al egocentrismo y, a veces, a una estupidez pasmosa.

Sin embargo, la naturaleza humana también ha sido bendecida con recursos que abren un espacio para una suerte de redención. Estamos dotados de la capacidad de combinar ideas de manera recursiva, de tener pensamientos sobre nuestros pensamientos. Poseemos un instinto para el lenguaje que nos permite compartir los frutos de nuestra experiencia y nuestro ingenio. Somos más profundos gracias a la capacidad de compasión, es decir, de piedad, imaginación y conmiseración.

Estas dotes han hallado forma de aumentar su propio poder. El alcance del lenguaje ha aumentado gracias a la palabra escrita, impresa y electrónica. Nuestro círculo de compasión se ha expandido mediante la historia, el periodismo y las artes narrativas. Y nuestras endebles facultades se han multiplicado gracias a las normas e instituciones de la razón: la curiosidad intelectual, el debate abierto, el escepticismo ante la autoridad y el dogma, y la carga de la prueba a la hora de verificar ideas confrontándolas con la realidad.

A medida que cobra impulso la espiral de la mejora recursiva, vamos cosechando victorias contra las fuerzas que nos abaten, sobre todo las partes más oscuras de nuestra propia naturaleza. Penetramos los misterios del cosmos, incluidas la vida y la muerte. Vivimos más tiempo, sufrimos menos, aprendemos más, nos volvemos más inteligentes y disfrutamos más pequeños placeres y ricas experiencias. Menos de nosotros somos asesinados, agredidos, esclavizados, oprimidos o explotados por los demás. Partiendo de unos cuantos oasis, están creciendo los territorios en los que imperan la paz y la prosperidad, y algún día podrían abarcar al planeta entero. Persiste mucho sufrimiento y peligros tremendos. Pero se han planteado ideas sobre la manera de reducirlos y una infinidad de ellas están aún por concebir.

Jamás tendremos un mundo perfecto y resultaría peligroso buscarlo, pero las mejoras que podemos lograr no tienen límites si continuamos aplicando nuestros conocimientos en aras del florecimiento humano. (Pinker, 2018, pp. 548-549)

Yuval Noah Harari elabora una perspectiva diferente, pero no como conclusión de sus reflexiones, sino como un punto de partida para el análisis. En su capítulo “Decepción”, dice:

En consecuencia, nos queda la tarea de crear un relato actualizado para el mundo. De la misma manera que los grandes cambios generados por la revolución industrial dieron origen a las nuevas ideologías del siglo XX, es probable que las revoluciones venideras en biotecnología y tecnología de la información requieran perspectivas nuevas. Por tanto, las próximas décadas podrían estar caracterizadas por grandes búsquedas espirituales y por la formación de nuevos modelos sociales y políticas. ¿Podría reinventarse de nuevo el liberalismo, como hizo a raíz de las crisis de las décadas de 1930 y 1960, y renacer más atractivo que antes? ¿Podrían la religión y el nacionalismo tradicionales proporcionar las respuestas que se les escapan a los liberales, y usar la sabiduría antigua para crear una visión del mundo actualizada? ¿O quizá haya llegado el momento de cortar para siempre con el pasado y elaborar un relato completamente nuevo que vaya más allá no solo de los antiguos dioses y las antiguas naciones, sino incluso de la esencia de los valores modernos de la libertad y la igualdad?

En la actualidad, la humanidad está lejos de alcanzar un consenso sobre estas cuestiones. Nos hallamos todavía en el momento nihilista de la desilusión y la indignación, después de que la gente haya perdido la fe en los relatos antiguos, pero antes de que haya adoptado uno nuevo. Y entonces ¿qué hay que hacer? (Harari, 2018, pp. 35-36)

Modos muy diferentes de pensar y decidir nuestra acción en el mundo. Visiones que plantean perspectivas muy disímiles para la educación. ¿Cómo decidir si nuestras ideas son una falsa ilusión sobre el porvenir o, por el contrario, nuestra crítica es un cepo que nos atrapa en los dominios del nihilismo? Si bien es poco probable que podamos llegar a una respuesta definitiva, eso no significa que sea imposible asumir compromisos coherentes con el esfuerzo que hacemos por entender el mundo mientras sepamos que esos acuerdos no pueden ser definitivos. El debate es permanente, como lo es la reflexión sobre la enseñanza.

Referencias

Bauman, Z. (2006). Modernidad y holocausto. Madrid: Sequitur.

Harari, Y. N. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Buenos Aires: Debate.

Pinker, S. (2018). En defensa de la ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso. Buenos Aires: Paidós.